En diez días, cuando debute ante Suecia, no habrá matices, sobre todo no existirá la posibilidad de fallar ocasiones como las de este viernes, ni siquiera para conceder alguna situación atrás, sobre todo a balón parado, como hizo España, empatada 0-0 con Portugal, peleada con el gol y avisada para la Eurocopa mientras afina y reconoce su fútbol.
Tiene razón Luis Enrique en que España es un adversario difícil de batir. Es un argumento irrebatible con una sola derrota en sus 22 partidos más recientes, pero no basta con no perder para ser campeón de nada, menos aún en este torneo. Necesita más de lo que ha mostrado últimamente, sobre todo en el primer tiempo, sobre todo todo en eficacia, también en el choque de este viernes, al que regresó el público.
Su vuelta, por más que sea únicamente un porcentaje del aforo, 14.743 espectadores, da ambiente, otro color al fútbol. Otra sensación. Lo recuperó el Wanda Metropolitano y la selección; un año, dos meses y 27 días después el estadio del Atlético de Madrid y un año y seis meses el equipo en sus duelos como local.
No se estrenó Robert Sánchez. La portería fue para Unai Simón, el titular en cada uno de los siete últimos partidos. ¿Lo será en la Eurocopa? Ya lo tiene decidido Luis Enrique, pero sostiene esa incógnita, como tantas otras en otras tantas posiciones.
Este viernes eligió a Sergio Busquets en el medio centro (luego lo reemplazó Rodrigo en el minuto 62); dio recorrido a Laporte -debutante con España- junto a Pau Torres en el centro de la defensa; demostró con hechos su confianza en Sarabia, contó con Morata en la delantera, con Gerard Moreno para los últimos 15 minutos, e insistió con Marcos Llorente como lateral derecho.
Unos trazos y un once que no tienen porqué ser definitivos ni para la Eurocopa ni para nada más que este encuentro, a diez días del momento de la verdad, cuando España salte el próximo 14 de junio al terreno de juego del estadio de La Cartuja para abordar el primer duelo de la competición continental ante Suecia. El inicio de todo.
Más allá de nombres, la idea la tiene clara Luis Enrique, dentro de su concepto ofensivo del fútbol, innegociable en él, con dinamismo en ataque, con la presión alta para reponer la posesión nada más que lo pierda, con el control de la pelota para mucho más que para tenerla sin más, sino para rebuscar la vía que promueva ocasiones y goles; unos mecanismos no tan visibles sobre el terreno. Ni tan constantes ni tan incontestables como pretende, que a ratos se imponen, que a ratos son desbordados.
España los necesita en una expresión más rotunda, en un recorrido más largo, con más reflejo en lo más transcendente del fútbol, en los últimos metros, en las oportunidades, en los goles. Se percibe, pero no es concluyente. A José Fonte, un defensa, le bastó con un córner y un centro bombeado para batir a Unai Simón. No fue gol porque se apoyó al saltar en Pau Torres. Pero es la diferencia, por más que Joao Félix siga apagado -fue cambiado al descanso- o que Cristiano Ronaldo no hubiera entrado por entonces apenas en juego.
Por más posesión que tuvo la selección española, por más que maduró en base al balón el encuentro, por más que desafío el orden de su oponente con el movimiento con y sin pelota, con la búsqueda entre líneas de Fabián o por el extremo de Sarabia o Ferrán Torres, creó sólo una ocasión en el primer tiempo, rematada por este último.
Nada más. Cierto que enfrente está el actual campeón de Europa, al que sometió en el primer cuarto de hora, tan cierto como que la exigencia se dispara dentro de la competición y, sobre todo, que para lograr lo que pretende España, ser campeón de Europa, hará falta probablemente ganar a los mejores. Portugal está entre ellos. Y los números también avisan: 5 triunfos en los últimos 12 partidos.
Después, en cambio, le faltó gol a España. Ya en la segunda mitad, Álvaro Morata dispuso de dos ocasiones. La primera, más compleja, la solucionó con un tiro fácil para Rui Patricio; la segunda, doble, más evidente, la estrelló primero contra un defensa y luego la envió a la nada, con un disparo fuera que ni siquiera requirió al portero. Después, Pablo Sarabia desaprovechó la mejor opción, sin guardameta: remató demasiado alto un balón suelto. Rui Patricio repelió el balón que peinó Ferrán Torres al final. Y Morata falló otra, ante el guardameta, directa al larguero.
Antes, también Portugal sintió la frustración del gol fallado. La condujo y la puso Cristiano Ronaldo, la cabeceó alta Diogo Jota. Un susto, como lo fue el regate de Unai Simón después. Inquietante. Por ahora, menos lo parece el 0-0 de España, avisada para la Eurocopa.