El Atalanta de Gian Piero Gasperini hizo historia este jueves al ganar en la vuelta de semifinales de Europa League al Olympique de Marsella, tras empatar en Francia, y certificar su pase a la gran final de Dublín, donde jugará por primera vez un partido en el que un título europeo está en juego.
La ciudad de Bérgamo, en el norte de Italia, se despertó soñando con meterse en una final europea por primera vez en su historia y se durmió soñando con levantar un título europeo, una Liga Europa que además le permitiría volver a disputar Liga de Campeones.
Y lo logró de manera merecida, incontestable, ante un Marsella venido a menos que lejos del Velodrome fue una sombra de lo que presentó en la ida. También, claro está, por culpa de una 'Dea' que saltó al Gewiss Stadium convencida de que iba a lograr su objetivo, con ganas de demostrar que golear al Liverpool en cuartos de final no fue casualidad y de que son claros candidatos a levantar el título.
Empezó desde el minuto uno con el dominio, dejando claro que el planteamiento de Gasperini, arquitecto y entrenador ya histórico de este equipo, era el mismo de siempre. "Es importante no perder la identidad", dijo en su momento el técnico. Dicho y hecho. Presión alta, emparejamientos individuales a todo el campo y velocidad tras el robo.
Con De Ketelaere, Scamacca, Lookman y Koopmeiners desatados, el carrusel de ocasiones no se hizo esperar. De Ketelaere se estrelló con el palo tras esquivar a Pau López y, poco después, Scamacca, en un estado de forma descomunal, contra el larguero tras cazar un balón suelto dentro del área en un saque de esquina que dio pie a otro remate de De Ketelaere que salvó el meta español.
La 'Dea' rondaba el área de un Marsella desdibujado, superado, incapaz de frenar a los italianos. Y el gol no tardó nada en llegar. Sobre la media hora, emergió la figura de Lookman para, desde el perfil zurdo, en una jugada marca de la casa, tirar una diagonal con balón y sacar un disparo desde fuera del área que, desviado ligeramente por Gigot, abrió el marcador.
Bérgamo explotó de alegría por el gol, porque veía a su equipo abrasar al Marsella y porque se sintió inevitablemente ganador. Terminó solo 1-0 el primer acto, la mejor noticia para los franceses.
Eso sí, nada más comenzar el segundo período, tuvo una ocasión clarísima, la única de su partido, Ndiaye, que no acertó en la vaselina sobre Musso y desaprovechó el despiste defensivo del Atalanta.
Perdonó el Marsella, pero no el equipo de Gasperini, al que le salió todo en el duelo más importante de su historia. Tan solo unos minutos después de sufrir la ocasión de los visitantes, Ruggeri puso en la escuadra un zapatazo que sentenció el duelo.
Desde entonces, la fiesta se desató en la grada y en las calles de Bérgamo. Apagaron al Marsella, brillaron con luz propia y con la de los fuegos artificiales que se lanzaron desde el estadio.
Sentenció El Bilal Touré en el tiempo añadido con un golazo en el que exhibió fuerza y calidad para certificar el acceso a la final soñada por todos en Bérgamo, por generaciones y generaciones. La 'Dea' estará, más que merecidamente, y con serias opciones de levantar el título, en la gran final de la Liga Europa de Dublín.