Philippe Coutinho, jugador del FC Barcelona, volvió a ser protagonista. Para lo bueno y para lo malo, para los aplausos y los pitos, para la titularidad... y para el primer cambio. El brasileño, tras una irregular actuación ante el Liverpool, divide al Camp Nou.
Su titularidad no fue ninguna sorpresa. El brasileño cuenta con la confianza de Ernesto Valverde y con un Dembélé aún lejos de su mejor nivel, el técnico decidió apostar por lo más lógico.
Sus primeros minutos no desencajaron. No eran brillantes, pero sí valiosos. Impuso su ritmo, detuvo el juego de su equipo en el trepidante ritmo impuesto por los de Klopp, se atrevió a buscar a sus compañeros de ataque e incluso intentó algún disparo desde lejos. Y hasta ahí.
Su final de primera mitad, en la que un punta del Liverpool en carrera le robaba un balón fácil para disparar a portería, anunciaban lo peor: la bajada de rendimiento en la segunda mitad, increíble.
Tras el paso por los vestuarios su papel fue perdiendo peso y, tal y como le pasó a su equipo, sus apariciones se centraban en pérdidas de balón y carreras sin recepción al contragolpe. El público, que ya viene advertido, se cansó de él y empezó a pitarle.
Con dicha circunstancia, y como posible protección a la fragilidad de un hombre que bien caro costó, Ernesto Valverde llamó en el 60' a Semedo y mandó a Philippe al banco.
Coutinho completó un encuentro sin brillo, con ilusión y sin acierto. Insuficiente para parte del estadio, válido para otra parte. Los pitos y aplausos se repartieron en su cambio. La división, también.