Luis Suárez vivió una noche de todo menos plácida contra el Villarreal. Y eso que el Barça dejó atrás la racha de dos partidos sin ver portería y sin ganar, logrando los tres puntos. Pero el uruguayo tuvo una actuación muy discreta, y no colaboró ni en los goles de Antoine Griezmann ni de Arthur Melo. Se le vio muy lento, fallón, impreciso, intrascendente…
No tuvo su día y como este ya van unos cuantos. Lo que no se le puede negar es que corrió, luchó y presionó como siempre, aunque con resultados escasos. Pero eso no fue suficiente para convencer a una grada que le despidió con una sonora pitada, lo que no hizo ni pizca de gracia al futbolista. Porque considera injusto que paguen su enfado con él.
Entiende que la afición esté cabreada por el mal momento deportivo que atraviesan, pero no se soluciona nada así. Y menos, silbando a un jugador que ha sido clave en los últimos años. Esperaba que tuvieran más comprensión y entendieran que ha salido de una lesión hace poco y aún no está al 100%. Lo que mete miedo en el cuerpo es que quizás jamás lo vuelva a estar.
Ya tiene 32 años y muchos creen que, al igual que dicen de Leo Messi, su mejor versión ya se vio. Ahora, acecharán mucho más las lesiones y las molestias musculares, que no permitirán ver a ese jugar fino y rápido que era en el Liverpool. Algo que pone muy nervioso al charrúa y al Barça.
Suárez tampoco se tomó nada bien el cambio, ya que Ernesto Valverde le quitó en el minuto 75. El partido aún estaba por decidir y piensa que, por ejemplo, Antoine Griezmann se merecía salir antes que él. Pese a su gol, sigue siendo irrelevante y realizó un pésimo partido.
Y si el ‘9’ fue la cruz, Ansumane Fati volvió a ser la cara. Apenas jugó 20 minutos, pero fue un peligro constante gracias a sus arrancadas, su desborde, su descaro y su talento.
Sigue haciendo méritos para quedarse.