Una mentira mil veces dicha no se convierte en realidad. Por mucho que insistas en ella, que persuadas al contrario o que 'mueras' con tus ideas. Aunque de vez en cuando te salga bien. Los mismos conceptos que condenaron el FC Barcelona de Quique Setién. Un equipo que no supo exprimir las carencias del Athletic y que fue condenado por sus propias heridas. Por el 'hándicap' de la posesión eterna, por la falta de gol, por la monotonía y la falta de trabajo. Y es que ya con Leo Messi no siempre es suficiente.
"La posesión hace que el rival se desgaste, se generen espacios y luego hay que tener aciertos", decía Quique Setién después del triunfo irrisorio ante el Ibiza. Y ante el Athletic ni hubo desgaste (sólo propio), ni se generaron espacios ni hubo acierto.
Eso sí, con un 70 por ciento de posesión. La 'mentira fantasiosa' de la posesión, siempre y cuando sea malentendida. Porque con una 'aparente' superioridad, el Athletic tiró más veces fuera que el rival, disparó sólo una vez menos a puerta que el Barça, cayó en la desesperación de las faltas y ni siquiera generó situaciones de peligro más allá de Leo Messi.
El que siempre está, el que siempre genera peligro, el que muerde, pelea, asiste y marca. Pero ya no es el que siempre aparece. Un hándicap que llega en el peor momento para Quique Setién, pues sin su astro salen a la luz las carencias. Las de una defensa mal trabajada, las de un centro del campo condenado por la monotonía y sin idea más allá de pases horizontales o sin intenciones. Con el portero con más toques que el atacante. Con media temporada al traste, sin opciones en la Copa del Rey, con la ilusión achacada en LaLiga y pensando en una Champions utópica. Si a eso se le añade la crisis institucional...