Una fina melodía. Cuando Leo Messi agarra la bola, el Camp Nou aguanta la respiración, observa y espera un gesto, un amago, incluso una entrada, para que el ruido vuelva al estadio. Como con Sabina, como con el maestro que levantó una ciudad y la silenció con una caída. Pero ambos guardan semejanzas, os lo aseguro.
El FC Barcelona sumó tres importantísimos puntos este sábado ante el Getafe en un encuentro en el que el equipo no brilló, no fue contundente ni lo seguro que debía ser, pero sí hubo alguien que enamoró. Como de costumbre. Y no hace falta ser San Valentín para quererle. Y es que ya lo decía el maestro:
"Yo no quiero vecinas con pucheros,
yo no quiero sembrar ni compartir.
Yo no quiero catorce de febrero,
ni cumpleaños feliz".
Porque el amor no se limita al 14 de febrero. El amor, no se corta ni se crece en un día. Como Leo Messi, que al final es eso, amor. El argentino no necesita un día especial, ni una noche de estrellas ni himno de la Champions, él enamora día sí, día también.
¿Necesitas un gol salvador? Él -casi- siempre aparece. ¿Necesitas una asistencia? Él te la da una, otra y otra vez. ¿Necesitas conducción? ¿Regate? ¿Visión? Él te acabará enamorando.
Últimos siete goles del Barcelona:
Asistencia de Messi
Asistencia de Messi
Asistencia de Messi
Asistencia de Messi
Asistencia de Messi
Asistencia de Messi
No fue asistencia de Messi— bet365 ES (@bet365_es) February 15, 2020
Porque hay miradas que lo dicen todo. Hay gestos que delatan la emoción y el cariño, la admiración y el respeto por su figura. Como la que Quique Setién le dedicaba a Leo en su salida al verde.
San Valentín terminó, pero el amor alrededor de Leo es inagotable. Su partido ante el Getafe, sin estar al 100%, una nueva muestra de lo que es capaz este futbolista. La Champions vuelve, con una melodía especial y con la palabra de Sabina presente.
"Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres.
Porque el amor cuando no muere mata,
porque amores que matan nunca mueren".
La Champions enamora, la máxima competición europea nunca muere. Y para Leo, el alumno aventajado de Sabina, mucho menos.