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Escribá, de la ilusión al descalabro

Juan José Lahuerta / EFE

"Me reuní con la directiva, presidente y jugadores y les dije que si era el problema, me haría a un lado". Con esa frase, Fran Escribá afrontó el choque que después perdió ante el Villarreal. Casi fue profética porque, al final, después de 12 partidos sin conocer la victoria, el técnico del Getafe fue señalado y destituido de su cargo.

Es el tercer entrenador que cesa el presidente Ángel Torres desde que su club ascendió a Primera División en la temporada 2004/05. En todos estos años, sólo Víctor Muñoz y Luis García Plaza salieron del club sin acabar su contrato. Otros lo hicieron, pero se marcharon por su propio pie o con algún acuerdo para fichar por otros equipos de mayor enjundia.
Ahora, Fran Escribá se une a esa lista poco honorable pero real, que, tal vez a principio de curso, cuando llegó al club madrileño este verano, no imaginó que aparecería algún día en ella. La razón: Escribá firmó por 3 campañas y su figura parecía por fin convincente para liderar un proyecto que generaba ilusión tras varias temporadas anodinas del club azulón.
Sin embargo, ni siquiera ha podido finalizar su curso de estreno. El Getafe necesitaba regresar a los tiempos gloriosos en los que se paseaba su nombre por Europa y jugaba finales de Copa del Rey. O, por lo menos, intentar ahuyentar el descenso con solvencia para borrar de un plumazo unos últimos años llenos de sufrimiento
Al final no logró ninguno de esos objetivos. La derrota en el estadio de El Madrigal puso punto final a cualquier atisbo de buenos resultados. Escribá, hasta ese punto, pasó de una buena racha de 6 encuentros consecutivos sin perder entre las jornadas 15 y 20 (16 puntos de 24 posibles) a encandenar 12 choques sin ganar con 2 puntos de 36.
Esas cifras, las peores de la historia del club, dejaron sin argumentos a su proyecto y, Ángel Torres, que hace una semana aseguró que iba a aguantar a su entrenador hasta final de curso, ha tenido que despedir a un entrenador en el que ha dejado de confiar, a una semana del partido que le enfrentará al Real Madrid en el Coliseum Alfonso Pérez.
Las causas de los malos resultados de Escribá no sólo son achacables a su figura. Como casi siempre, el entrenador es el más expuesto en todos los clubes cuando las cosas no funcionan bien. Es imposible echar a 25 jugadores o que una Junta Directiva con su presidente se marchen. Al final, las culpas, que todos deben compartir, recaen al completo en el dueño del banquillo.
Cuando Escribá fichó por el Getafe no era nuevo en el club madrileño. En el curso 2004/05, fue el segundo entrenador de Quique Sánchez Flores. Por tanto, conocía perfectamente a una entidad que ha cambiado poco desde entonces en su estructura y en sus instalaciones.
Después, siguió unido a la carrera de Quique, y, también como segundo, logró títulos con el Atlético de Madrid (una Liga Europa y una Supercopa de Europa) y clasificó al Valencia hasta los cuartos de final de la Liga de Campeones. Cuando voló solo ascendió al Elche a Primera y le mantuvo en esa categoría dos temporadas seguidas, aunque el club ilicitano sufriese un descenso administrativo.
Por eso, su aparición por Getafe llegó con un halo de esperanza para una afición necesitada de sobresaltos positivos. Sin embargo, tales éxitos no llegaron. Pese a ser un trabajador incansable, la comunión táctica con su plantilla no llegó a buen puerto
Eso, unido a la desaparición de dos jugadores clave en el mercado de invierno como Ángel Lafita y Alexis Ruano, dejó coja a una plantilla que perdió a dos pesos pesados del club. La necesidad económica primó sobre el proyecto deportivo y eso acabó por hacer caer a un equipo cuyo proyecto ofrecía fisuras evidentes.
Cuando Escribá compareció por última vez ante los medios en la sala de prensa del estadio del Villarreal, soltó su última frase: "Estamos heridos pero no estamos muertos".
Tal vez tenga razón. El Getafe aún tiene vida, es penúltimo a un par de puntos de la salvación y no todo está perdido. Pero está claro que será otro quien tendrá que intentar recuperar al enfermo. Al final, el hombre que ilusionó a un club y a su afición, salió por la puerta de atrás por primera vez en toda su carrera. Su proyecto se vino abajo como un castillo de naipes y tuvo que decir adiós.

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