Este sueño llegó a su final. Con el broche soñado. Un Clásico por todo lo alto con FC Barcelona y Real Madrid peleando por el título, con aforo completo y más de 1.500 hinchas en las gradas de la Ciudad Deportiva de Maspalomas. Los azulgrana llegaban a esta última cita tras haber doblegado a sus rivales con una superioridad pasmosa, pasando como primero de grupo, goleando 6-0 en su debut ante el Liverpool, y exprimiendo su efectividad tanto en cuartos como en semifinales, frente a Valencia y Sevilla FC. Con más autoridad si cabe trazó su travesía el conjunto azulgrana, también como primero de grupo, goleando al Atlético en cuartos y apeando en semis a la gran sensación del torneo, el Benfica.
La primera mitad estuvo marcada por el miedo a empezar a contracorriente. Tanto Juan Carlos Duque como Albert Puig un partido de tanteo, con un estéril intercambio de golpes que se frustraba cada vez que las piezas hábiles rondaban la zona de tres cuartos. En el Barça era Michal Zuk el que intentaba darle sentido al juego, aunque la imposibilidad de romper líneas le privó de conectar con la zona ofensiva. Ni siquiera Ebrima Tunkara, la gran sensación del torneo, lograba marcar diferencias en el uno contra uno.
Misma tesitura en el Real Madrid, con un Bugarín que no lograba tener la clarividencia de duelos anteriores. Ni siquiera Enzo, la referencia ofensiva, con su padre Mercelo en las gradas, podía lograba arrastrar rivales u oxigenar el juego de espaldas, por lo que el ataque blanco se hacía previsible. Fue Edu el único que, con un cabezazo en los compases finales, logró inquietar el marco azulgrana, pero Albert reaccionó a las mil maravillas.
El guion parecía cambiar tras el descanso, con el Barça haciéndose dueño del partido pese a que el Real Madrid ponía el peligro, generando daño al contragolpe. Llegó en el 21 la más clara, con un disparo a bocajarro de Manu, el hijo del Gato Romero, que Juanca sacó abajo. Y no habría tercer aviso.
Como ya hiciera en semifinales, Edu Valentín emergió como héroe de su equipo inventándose un sensacional disparo de libre directo a la escuadra de Juanca. Un misil imparable para el guardameta del FC Barcelona, que no pudo evitar que el Real Madrid se adelantase en el marcador.
A partir de ahí, ante la necesidad imperiosa de igualar el marcador, el Barça doblegó sus esfuerzos ofensivos, abriendo mucho el campo y buscando constantemente que Ebrima y Michal Zuk conectasen para hacer daño. Un plan que el Real Madrid repelió a las mil maravillas, conteniendo hasta el final las intentonas de un FC Barcelona que, al contrario que el de hace unas semanas en LaLiga, perdió el mini Clásico.