El destino fue muy cruel con el Levante UD en la prórroga ante el Athletic Club en la vuelta de las semifinales. Un gol, un tanto absurdo, desequilibró una balanza que estaba muy igualada tras un esfuerzo titánico de los granotas. A Vukcevic le tocó las parte más amarga. Fue el autor del desvío del disparo de Berenguer que acabó privando al Levante de meterse en la gran final. Su lamento y sus lágrimas delataban la frustración que sufría el montenegrino. Precisamente, fue uno de los jugadores que el técnico reservó por varios motivos el técnico, con la esperanza de que su fútbol y su perfil fuese un as en la manga en una recta final de encuentro que se esperaba que se desarrollase tal y como ocurrió. Sin embargo, todo se truncó en ese fatídico minuto 111' en el que un ataque del Levante se tornó en arma arrojadiza y acabó por romper en mil pedazos los sueños de todos los levantinistas.
En circunstancias normales, el disparo de Berenguer habría golpeado el cuerpo del montenegrino y se habría dirigido hacia cualquier lugar excepto la portería pero no. La historia y la suerte eligieron a la tradición antes que la ilusión, dejándole a Vukcevic una penitencia demasiado pesada que quedará entre los episodios oscuros de la historia reciente levantinista.
El fichaje más caro de todos los tiempos del club de Orriols fue el trampolín de la mayor de las decepciones
Paradojas del destino, el fichaje más caro de todos los tiempos del club de Orriols fue el trampolín de la mayor de las decepciones. Algo tan fortuito como simple. Culpa de nadie, culpa de todos, orgullo de toda la familia levantinista. Pues con la misma celeridad que Vukcevic pasó de as en la manga a villano, la parroquia granota está obligada a verlo todo con satisfacción a pesar del palo tremdendo pues pocos son los que han conseguido lo que ha hecho el Levante.