La temporada del tridente azulgrana, del acierto en los fichajes para la portería, de la consagración de Luis Enrique como técnico, de la recuperación de Piqué y en el adiós del gran arquitecto del Barça más contemporáneo, Xavi Hernández, ha vuelto a tener en el argentino Lionel Messi al jugador más determinante y que ayuda a entender el nuevo éxito culé.
Más que nunca, esta ha sido la Liga de Messi, el campeonato español que empezó a decantarse para el Barcelona cuando el astro argentino se puso las pilas y a él se conectaron todos los jugadores, caso que no sucedió en el curso pasado.
La Liga anterior y la actual, con el Barcelona llegando al final del tramo y luchando por el título, tienen un pequeño pero fundamental detalle: el estado anímico y físico de Messi.
El año pasado fue de un Barça que sin la magia del argentino perdió el punto de competencia que necesitaba para llevarse el título, mientras que en ésta, su renovada ambición, y un estado físico más que aceptable, ha permitido a Messi volver a ser el factor determinante.
No existe un jugador en la actualidad tan decisivo en el panorama futbolístico como Messi, quien además de goles, general juego y asistencias. Por eso, cuando Messi decidió que con el grupo que tenía que luchar por los títulos podía llegar lejos dio el paso al frente tras la crisis del partido de Anoeta, en la que el club pudo haber saltado por los aires con el choque entre el argentino y el técnico, y el Barcelona ha recuperado la Liga que el año pasado se le escapó en el último suspiro.
Messi, ya casi sin récords que batir, ha vuelto a ser el jugador que desencalla partidos, que marca goles y da títulos. Una carta mágica con la que el Barcelona siente tener un seguro de vida a todo riesgo, y que el año pasado temió perder cuando vio a su astro bajo de ánimo y en lo físico, hasta el punto de que temió estar viviendo en directo al paso de los partidos cómo se apagaba el hechizo de uno de futbolista más grandes de todos los tiempos.
Lejos de apagarse, y a pesar del garrotazo con el que el mundial de Brasil devolvió al argentino hacia Barcelona, tras perder la final contra Alemania, el jugador ha vuelto por sus fueros, tanto que después de un partido que parecía que no debía revestir más problemas, como fue el primer choque del 2014 en Anoeta, a punto estuvo el club de vivir la peor de sus pesadillas, se llegó a leer que Messi había pedido la salida de Luis Enrique o que, llegado el final de la temporada, dejaría el club.
Sí, Anoeta fue un momento de zozobra en lo azulgrana, pero un pacto no revelado en el vestuario, en el que intervino el presidente del Barcelona, Josep Maria Bartomeu, hizo que lo que iba a engullir a jugador, técnico, equipo, junta y club pasase a ser un camino sin baches, que arrancó con un 'partidazo' a la semana siguiente en el Camp Nou ante el Atlético de Madrid (3-0).
Desde entonces, Messi ha sido el timonel de todo lo que ha ido cosechando su equipo; sus goles, su participación en casi todas las acciones ofensivas, de creación de juego y su renovado entusiasmo y ambición por recuperar el Balón de Oro a través de los éxitos colectivos ha permitido al Barça beneficiarse de títulos y expectativas de más copas gracias al momento del argentino.
Sin Messi no habría Liga, y en el Barça, y en el vestuario, todos lo saben. Nada como tener en el once inicial al futbolista más determinante de la historia del FC Barcelona. El Barça lo necesita como el aire que respira y al jugador le encanta que le necesiten, y tanto es así que no permite que nadie le birle ni un segundo de los 90 minutos que dura un partido. Esta temporada, excepto la suplencia de la primera parte en Anoeta, lo ha jugado todo.
Y en ese todo, el crack suramericano ha vuelto a ser espléndido de cara a puerta, ya que ha marcado 43 goles, en la línea de las últimas temporada, pero con el medio centenar de tantos hace unos años como tope goleador.
En esta suma de la aportación determinante de Messi se encuentran otros aspecto nada menores, como ha sido el acoplamiento que ha tenido con sus dos compañeros de ataque, el brasileño Neymar Jr., y el uruguayo Luis Suárez, cuyos goles de ambos llegan a la cifra de 81 tantos esta temporada en la Liga, y 117 en todas las competiciones, a falta de las dos finales (Copa del Rey y Champions).
Entre los factores positivos de esta temporada, suma el resultado que a Luis Enrique le han dado los dos porteros, especialmente el chileno Claudio Bravo, quien tras haber encajado 19 goles no sólo ha hecho olvidar a Víctor Valdés, sino que el suramericano se ha convertido en el décimo guardameta que alcanza el trofeo Zamora.
En defensa el Barcelona, que este año fichó a un central de prestigio como es Thomas Vermaelen, quien al final debutó en el último partido de Liga por una larga lesión, ha recuperado a un jugador fundamental, como es Gerard Piqué, después de que el internacional tuviese un recorrido a la baja que llevó incluso a Luis Enrique a señalarlo, llevarlo al banquillo y picarlo hasta el punto de que el catalán ha vuelto a brillar como en sus mejores temporadas.
En el centro del campo, el Barcelona cierra la Liga con una pérdida de un calado aún no cuantificable, como es el adiós de Xavi Hernández. El capitán azulgrana, con destino a Catar, ha pasado a un segundo plano este año y sólo ha sido requerido para encuentros en que el técnico buscaba rotaciones y en segundas partes para serenar el fútbol alocado que se había desatado.
Sin Xavi Hernández el Barça juega a otra cosa, que ya no es la posesión. Parece que por ahora le va bien, porque sin su presencia, la Liga ya la tiene en sus vitrinas, pero habrá que esperar a ver si este juego que propone Luis Enrique, sin que el ataque se cocine siempre en el centro del campo, tiene un recorrido exitoso de largo alcance.