El proyecto de la Superliga, auspiciado por algunos de los llamados grandes clubes europeos, irrumpió hace unos días para convulsionar el ecosistema del fútbol internacional y, sobre todo, europeo. El rechazo al mismo mostrado por gobiernos, instituciones, clubes, jugadores y, sobre todo, aficionados de todo el mundo ha propiciado su abrupto desvanecimiento con la marcha atrás de la mayoría de los clubes que participaron en su gestación.
Socavando los pilares que han sustentado el fútbol durante más de un siglo de historia, la Superliga elimina fundamentalmente el principio de meritocracia que ha alimentado el sueño europeo de muchos equipos a lo largo y ancho del continente. No obstante, su concepción ataca sobre todo la línea de flotación de un aspecto fundamental: la economía y el cada vez más perseguido equilibrio entre los clubes.
La propuesta sienta sus bases en el mayor enriquecimiento de los ya más ricos, en detrimento de la mayoría de los clubes europeos, que quedarían apartados de esa élite privilegiada. Como consecuencia añadida, se haría efectiva la destrucción de las actuales competiciones europeas y se verían mermados los ingresos de las ligas nacionales, devoradas por la pujanza de los que ya copan el ránking económico y que ni siquiera necesitarían cada temporada acreditar méritos deportivos para jugar en esa competición.
En este contexto, la estimación económica de las consecuencias que tendría la Superliga en LaLiga deja a las claras su demoledor efecto. Los números contribuyen a ponerlo negro sobre blanco: los ingresos de LaLiga y sus clubes sufrirían un recorte del -43%, lo que se traduce en una merma de ingresos de 1.720 millones de euros. Aun más elocuente es el dato de la influencia que tendría en el valor de los clubes que no participaran en esa Superliga: una reducción de su valor del -66.1% o, lo que es lo mismo, 1.815 millones de euros menos.
En términos económicos más globales, el fútbol profesional en España genera más de 4.000 millones de euros en impuestos y una facturación equivalente al 1,37% del PIB. LaLiga estima, con base a estudios de terceros, que este porcentaje se vería reducido al 0,93% debido a la reducción de 5.000 millones de euros que sufriría la facturación de toda la industria del fútbol profesional y el resto de sectores que esta arrastra, tales como el turismo y la hostelería. Asimismo, y en términos que afectan de lleno a la población, el impacto en los puestos de trabajo sería del -32.4%; es decir, se perderían la friolera de casi sesenta mil empleos (59.878) que se derivan de la industria futbolística.
Y no sólo LaLiga y sus clubes serían los afectados, pues la aportación de ellos a otros deportes y al fútbol aficionado, a través del Consejo Superior de Deportes (CSD) y la Federación Española de Fútbol (RFEF), se vería reducida en el -61.2%, porcentaje cuantificado en la merma de 52 millones de euros.
Siendo crítico el negativo efecto económico, tampoco lo es menos el deportivo, desvirtuado en una liga cerrada. La importancia de los méritos deportivos y el afán de superación de los clubes se desvanecería. Se trata del fin del sueño europeo que, por ceñirnos al ejemplo más cercano, ha alimentado las esperanzas de Granada CF y Villarreal CF. El buen hacer de la pasada campaña les llevó a una UEFA Europa League en la que los granadinos han brillado hasta alcanzar los cuartos de final ante el Manchester United, mientras los castellonenses ya están en semifinales. Y no es la primera vez para el Villarreal, que ya en 2006 se quedó a 11 metros de disputar la final de la UEFA Champions League.
Parecidos sueños continentales, que con la Superliga no tendrían razón de ser, han vivido otros clubes de LaLiga en su historia, como la Real Sociedad, que luchó por el título en 2003 y ello le permitió alcanzar luego los octavos de final de la Champions League. O el Málaga CF, en la campaña 2012-13, que rozó en Dortmund la clasificación para las semifinales de la máxima competición europea.
Otros ejemplos significativos son el Valencia CF o el Sevilla FC. Los méritos deportivos permitieron al cuadro valenciano pelear en dos finales de la UEFA Champions League consecutivamente, en los años 2000 y 2001, tras lo cual alcanzó el título liguero en dos ocasiones. Por su parte, el Sevilla ha edificado su grandeza actual sobre un poderío europeo que ha llevado a sus vitrinas hasta seis títulos de la UEFA Europa League, además de participar diversas campañas en la Champions.
Precisamente el presidente del Sevilla, José Castro, justificó la pasada semana en esos motivos el rechazo de su club a la Superliga: “Todos los equipos pueden mejorar y así debe ser. No podemos destruir la rivalidad y las pasiones. El Sevilla lleva a gala su sevillanía por toda Europa, nuestro buen hacer por la ciudad como embajadores de Sevilla en Europa. Nuestro lema no encaja con una liga cerrada. El poderoso Sevilla se ha ganado su prestigio en el campo, con su gestión deportiva y económica”.
En similares términos se ha expresado el presidente del Real Betis, Ángel Haro, cuyo club también ha podido disputar la UEFA Champions League por los méritos deportivos contraídos en LaLiga Santander. En la comparecencia junto a Javier Tebas, presidente de LaLiga, y otros presidentes de clubes, el máximo dirigente del Betis se acordó de la afición: “La Superliga deja fuera a los aficionados, porque así se merma el sueño de cualquier aficionado de un club como el Betis de poder ir a competición europea. Es lo bonito, es la magia del fútbol”.
En el mismo encuentro, Quico Catalán, presidente del Levante UD, abundó en la misma idea al apuntar que "el derecho a soñar, a competir en competiciones, lo que nos enriquece y nos lleva a soñar cada día. Competir con los grandes y en los grandes estadios. Eso sería inviable". Por su parte, Fernando Roig, presidente del Villarreal CF, afirmó que “lo bonito del fútbol es poder soñar con cotas ilusionantes. Hemos jugado tres veces la Champions League y fue una gran ilusión para nuestra afición. Coartar ese sueño de lograr grandes gestas es muy negativo”.
Anil Murthy, presidente del Valencia CF, también participó en el encuentro, donde manifestó que “esta propuesta de la Superliga ha hecho daño al fútbol, y ahora debemos centrarnos en recuperarnos de esto juntos y de forma responsable. Cualquier mejora en las competiciones del fútbol europeo debe seguir el formato actual de toma de decisiones colectivas, por el bien de todos los clubes y sus aficionados”.
Estas opiniones de algunos presidentes de clubes de LaLiga Santander condensan el rechazo generado por la Superliga, una competición que dinamitaría la economía del fútbol europeo y los valores en que se ha sustentado durante más de un siglo de historia.