El Real Madrid venció en Son Moix con lo justo para llevarse la victoria ante el Mallorca. Un partido en el que los de Carlo Ancelotti salieron con muchas rotaciones pensando en Manchester y que se llevaron por la mínima en un partido en el que fueron de menos a más.
La primera parte fue un partido prácticamente sin sangre en los dos equipos. Un ritmo bastante lento donde el juego pasaba por un dominio del Real Madrid del balón pero sin sensación alguna de generar peligro a la portería de Rajkovic. La únicas ocasiones que ocurrieron en los primeros 45 minutos fue un cabezazo abajo de Raíllo en un córner que detuvo Lunin y un larguero de Jude Bellingham.
Una sensación que generaba cierta intranquilidad en el conjunto merengue, que veía un Luka Modric fallón y una dupla de delanteros que apenas mantenía contacto con el balón. Los de Javier Aguirre cerraban muy bien por dentro con todo el equipo defendiendo detrás de la línea del centro que se tradujo en cero disparos a puerta de los merengues. El británico fue de los pocos que dejó buenos gestos técnicos para deshacerse de la presión, pero sin el acierto de acertar en ese último pase que nunca se produjo.
En la segunda mitad se abrió la lata gracias a un latigazo de Aurelién Tchouaméni desde fuera del área que rebotó lo justo en un rival para que Rajkovic solo pudiera seguir con la mirada. A partir de ahí el conjunto madrileño se destensó con el marcador con ventaja.
Eso obligó al Mallorca a abrir espacios que aprovecharon los de Carletto pero que no supieron materializar. Hasta dos ocasiones con el portero vencido fallaron: primero Brahim después de que el balón rebotase en la rodilla y después Valverde cuyo remate se estrelló en otro rival que estaba en línea de gol. Los de Aguirre intentaron buscar el empate y la gran ocasión llegó en el último centro que Lunin no logró atrapar en el aire en un salto con Muriqi que de milagro no acabó en tragedia para los merengues. Tres puntos que saben a gloria a falta ya de seis jornadas. Victoria y a pensar en el City.