F. Godoy IIIEl Málaga ya ha cubierto el expediente, si es que no lo estaba. 41 puntos tras esta incontestable victoria ante el Villarreal. El equipo de Schuster sacó su lado más autoritario. Ganó cuajando una actuación completísima a nivel colectivo y con algunas actuaciones brillantes en lo individual.
Se dejaron el alma en el césped todos los jugadores. Algunos como Darder, Camacho o Santa Cruz terminaron extenuados. Es el premio merecido para un equipo que se pasó meses deambulando por la categoría. Pero eso ya es pasado. El presente nada tiene que ver con eso.
Con una puesta en escena majestuosa, el Málaga fabricó un gol para recrearse. Camacho envió un pase teledirigido bajado por Samu. El joven, cada vez más suelto, la aguantó con muchísima categoría, como si fuese el alumno aventajado de Santa Cruz. Y luego tuvo la calidad para dar una asistencia exquisita al paraguayo. Y lo mejor estaba por llegar.
La estética de la jugada merecía una culminación a la altura. Así que Roque evitó a un defensa, lo que le obligó a escorarse. Sin embargo, el ariete todavía conserva la esencia del killer que fue. Con poco ángulo y Asenjo encimando, se sacó una vaselina preciosa para adelantar al equipo blanquiazul.
Había salido intenso el Málaga, al que los triunfos ha quitado toneladas de presión y eso se ha traducido en un mejor fútbol. Aunque se llevó algún susto que Willy -a pesar de ser en ambos casos fuera de juego- tapó como acostumbra. Perbet ya sabe de primera mano cómo se las gasta el argentino.
Pero el Málaga estaba disparado. Todos querían, todos iban. El equipo era solidario, tenía convicción, hambre. Sin tensión, además, las piernas tiran más y mejor. Duda pudo hacer un gol olímpico y luego otro de lejos ya en la segunda mitad. Asenjo se tuvo que esforzar al máximo en ambas ocasiones.
Y entre tanta felicidad, el golpe de gracia. Amrabat es un futbolista con un desborde tremendo. Veloz y hábil, entró como cuchillo en mantequilla por el flanco diestro del Villarreal. En otras citas, se destacó como individualista. Esta vez, sin embargo, se tomó un segundo, levantó la cabeza y vio entrando en segunda línea a Darder, que remató a gol con el borde interno.
Gozaba de buena salud mental este Málaga, que todavía no había concedido una sola ocasión al rival. Pero le dio una oportunidad para meterse en el duelo. Amrabat reclamó una falta con vehemencia. Álvarez Izquierdo hizo caso omiso. El marroquí se enfadó y le hizo el clásico gesto de las gafas. Roja y ya veremos qué sanción cae.
Aun con diez, el Málaga quiso más y rondó más la portería del Villarreal que al contrario. Marcelino lo intentó todo, puso lo que tenía, pero el día no estaba para ellos. Lo más cerca del gol que estuvo fue un remate de cabeza de Óliver que se marchó por poco. Justo un par de minutos después de un tiro de Angeleri, que se encontró tan solo en el área que no supo ni qué hacer.
Si el himno habla de coraje y corazón, esa es la receta de este Málaga. Cuando saca su mono de competir, intimida a cualquier rival. Ahora queda esa maldita duda de qué habría pasado si lo hubiera hecho más a menudo...