Es Noticia
Eibar
1-0
Málaga

La vida que das y la fe que quitas

Kameni fue el mejor del Málaga en Ipurúa.
F. Godoy

No para de repetirse que el Málaga es un resucitador de equipos. Y la verdad es que pruebas hay como para, al menos, competir el debate. A Ipurúa nos remitimos. Sin embargo, ese complejo ya está asimilado. El problema ahora es que la afición está perdiendo la fe, y una temporada mayúscula está comenzando a dejar un regusto desagradable. Presente y fútbol, una combinación caníbal.
No puede decirse nada bueno de la derrota en Eibar y eso, valga la redundancia, dice mucho. Sólo queda que el descrédito que se está instalando en parte del malaguismo no cale las paredes del vestuario. Porque pese a los últimos resultados, Europa está prácticamente igual. Aun teniendo que afrontar ahora partidos ante Atlético y Real Madrid.
Todo fue extraño desde el comienzo. Esa alineación adornada por rotaciones. Tissone, Juanpi, Javi Guerra, Horta... Un equipo absolutamente inédito. Y un arranque que desprendía sensaciones raras también. No se sabe si se puede decir que malas, pero sí carentes de sustancia. De hecho pronto se acercó Eibar al área de Kameni, en un arreón muy de ese Eibar que nos suena de Segunda.
El Málaga probó un par de veces de lejos mediante Horta y Recio, pero no se le veía a gusto. Aun así, el propio Horta forzó un penalti que Gil Manzano, con esa manera tan suya de ver el fútbol, consideró teatro. Amarilla para el luso. Sí. Y como estábamos con los colegiados, tocó ley de la compensación. Tiro de Saúl Berjón, Kameni hizo una buena parada pero su rechace cayó en los pies de Arruabarrena, que marcó. Un gol legal de todas todas. Menos para el Gil Manzano.
El resto de la primera mitad fue un tormento para el aficionado al fútbol. Los armeros llevaban la iniciativa y alguna vez más rondaron los dominios de Kameni. Y eso fue mucho más de lo que el Málaga dejó sobre el tablero. Así que lo mejor de los primeros 45 minutos fue irse con ese 0-0.
Entró el equipo de Gracia con otra energía tras el descanso. Pero fue justo cuando el Málaga empezó a presionar al Eibar desde la salida cuando llegó el estocazo. Un córner, marca de fábrica armera. Arruabarrena se zafó como quiso de Angeleri, que se tragó el balón y permitió al delantero del Eibar que rompiese las tablas. Y pudo ser un 2-0, pero esta vez Gil Manzano y su asistente acertaron anulando el tanto local por fuera de juego.
Después volvió por sus fueros el trencilla, que no vio un penalti a Juanmi. Segundo que se iba al limbo. En el campo ya andaban Amrabat y Samu García. Era otro Málaga y era otro espíritu. El Eibar, casi por inercia, fue metiéndose en la cueva. No tenía más que entorpecer a su rival blanquiazul, que salvo alguna conexión esporádica fue inocuo.
Así que los minutos pasaron, Garitano administró los cambios para jugar con el reloj y hasta gozó de alguna ocasión más desbaratada por Kameni. Estos puntos no volverán, pero el fútbol sí. A ver que Málaga se ve el sábado ante el Atlético de Madrid. Peor que el de hoy es difícil. Pero sin volverse majaretas, que aún se conserva el séptimo escalón.

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