Décadas atrás, en épocas de penurias en Andalucía, fueron muchos los que emigraron a Catalunya en busca de las habichuelas. Nunca mejor dicho, en el sur era complicado llevar un plato de comida a casa día tras día. Málaga no fue ajena a esa necesidad y, fortalecidas por el importante desarrollo industrial catalán, miles de personas echaron una vida a la maleta en busca de algo mejor. En Sant Boi de Llobregat, localidad a unos 20 kilómetros de Barcelona, el desembarco de malagueños fue importante. No sólo de la capital, también de Coín, por ejemplo. Tanto que en la década de los 80 Sant Boi y Coín quedaron hermanados, manteniéndose desde entonces un intercambio cultural, político o social. Dos de las calles de Sant Boi, sin ir más lejos, se llaman Coín y Málaga.
La reciprocidad llegó también al plano deportivo y se resume en un club modesto, que actualmente compite en el Grupo VIII de Tercera Catalana, en el que está a un único punto de la zona de play off de ascenso: el Club Peña Unión Deportiva Málaga. Camino de los 41 años de vida, la entidad fue fundada por uno de esos coínos que llegaron a Sant Boi. Todo nació de la añoranza y el recuerdo, pero aquel germen sigue estando muy vivo. Sus colores son el blanquiazul, los aficionados se hacen llamar 'bokerones' y hasta tienen un Frente Bokerón, tal y como ocurre en el Málaga CF (no se pierdan uno de sus corteos en el vídeo superior). Un bastión del malaguismo en el lugar de nacimiento de los hermanos Gasol.
Pese a no quedar ni un malagueño en el club -todo comenzó en un bar regentado por originarios de la Costa del Sol-, sin saber ni cómo ni por qué, en Sant Boi se sienten malaguistas. Y con todas las letras. En una época de desunión, de lucha separatista y choques de ideales, el nombre de Málaga sirve de pegamento cada domingo en Sant Boi. Aunque sea durante 90 minutos. "Ganes o pierdas, yo siempre boquerón", cantan sus incondicionales. En sus redes sociales han tomado no sólo los colores blanco y azul, también usan un Hashtag que aclara su sentimiento: #somosMálaga. Además, su escudo se asemeja al del Málaga CF: franjas verticales blanquiazules, la corona superior y, para que la tierra se palpe, el añadido de los colores de la bandera catalana.
Cuentan los que sustentan el día a día de este club amateur, sin cantera y en el que los jugadores han tenido que pagarse esta temporada sus propias fichas, que el que acude al Campo Municipal Casablanca raro es que no vuelva. Hace diez años los problemas económicos estuvieron a punto de hacer desaparecer al club, pero los propios jugadores lo salvaron y se encargaron de su gestión. Así, hasta ahora, sin subvenciones pero con unos fieles que, pese a vivir a 1.000 kilómetros de distancia, se declaran malaguistas de pies a cabeza.
Un club familiar, que no llega a los 200 socios pero que hacen ruido allá dónde van. Si el partido es fuera de casa, allí va su Frente Bokerón. En el último choque, en el derbi ante el Vinyets, hasta 500 aficionados se dieron cita. Todos abrazados al blanquiazul, sin discrepancias en cuanto al origen. Lo que un coíno fundó, que no lo separe la política. En el CPUD Málaga se respira fútbol, buen ambiente y malaguismo. Un malaguismo entendido de otra forma, sin pasión por las biznagas ni los espetos y sí por el pan tumaca, pero con el mismo sentimiento que reguarda La Rosaleda cuando juega el Málaga CF.
Eso es tener valor.
Emocionante semilla de malagueñismo la plantada por unos malagueños de Coin.
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