Esa sonrisilla tonta

El Málaga cambió las dudas por una sonrisilla tonta, ilusionante, enamoradiza al conquistar La Romareda. Encontró la actuación de quilates, pese al sufrimiento de la segunda parte, que buscaba (1-2). También los atajos para hacer del gol su mejor amigo. De golpe, como la teoría del kétchup que patentó Van Nistelrooy, el Málaga pasó a tener el martillo de Thor. Todo desde un planteamiento que superó al Zaragoza, que convirtió el doble pivote Ramón-Luis Muñoz en un cimiento del que presumir y Chavarría y Caye Quintana en los nuevos Zipi y Zape del ataque. Fueron de trastada en trastada. Congeniaron de fábula, peligrosos y haciéndose buenos el uno al otro. Los dos marcaron, llevándose las mejores fotos de un álbum al que habrá que echar mano cuando lleguen los borrones.

Decía Pellicer en la previa que quería el pico más alto de su equipo desde este domingo. Y, sin poder decir que es el punto máximo al que puede llegar, sí que fue el mejor de la temporada. Sobre todo en la primera parte. Volvió a la línea de tres atrás, convirtiendo de nuevo a Escassi en coronel y a Luis Muñoz, por delante, en su teniente. Imperial el capitán, también Ramón. Abasteciendo y mordiendo, reduciendo y sorprendiendo. Todo ardió porque, como cantaba Bunbury, se le aplicó la chispa adecuada. El fútbol a veces es sencillo, no necesita de adornos ni confeti. Y la sencillez no tiene por qué estar reñida con la belleza. Y en el 0-1 está la muestra.

Dos golpes al mentón

Un balón rápido y preciso, de derecha a izquierda de Luis Muñoz, un control con el pecho de Yanis con posterior 'caramelo' en forma de centro del zurdo. Un balón de oro que terminó por hacer bueno Chavarría con un cabezazo académico. Picado, cerca del palo. Imposible para Cristian Álvarez. Hubo que esperar al VAR, el gol subió con suspense y abrió el camino de unos minutos, sencillamente, fabulosos. Empequeñeciendo a un rival de postín y proclamando su poderío con el segundo antes del 25'. Otra vez desde la sencillez. Pase filtrado a beneficio de carrera de Ramón, de nuevo justificando su titularidad, arrancada de Chavarría y pase al meollo donde Caye, que venía mereciéndolo, hacía el 0-2 lanzándose con todo. Pim, pam, pum. De repente, todo funcionó, hasta cuando apareció una fuga Juan Soriano, debutante, sacó un pie de balonmano para que la ventaja perdurara camino de vestuarios.

El Zaragoza se regeneró, no le quedaba otra, movió el árbol Baraja y, aunque Chavarría pudo hacer el 0-3 tras una contra liderada por Yanis, el conjunto local comenzó a hundir en su área al Málaga. Poco a poco, se atrincheró el equipo de Pellicer y sólo la falta de puntería maña evitó que la fiesta se quedara sin música. Vuckic despeñó un remate franco en las barbas de Juan Soriano, que anduvo atento en un despeje de Matos que se envenenó. Papu, que entró con Adrián, falló otra opción factible en un pase atrás que malgastó con la zurda.

Tenía que ser Adrián

Pero no hay victoria sin sufrimiento, al menos en el Málaga no se comprende de otro modo. Por ello Adrián, que no se había estrenado esta temporada, hizo de Adrián a ocho minutos del final remachando en boca de gol un centro desde la derecha que tardó en cerrar la defensa. Raso y preciso, perfecto para un llegador como el madrileño. Jugó con fuego el Málaga y se quemó, aunque las heridas no fueron de consideración. En el sufrimiento también se construye, el compromiso casa perfectamente con el talento. Y así cayó el triunfo. Así se escriben las mejores historias.