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Barro, afición, gritos y tensión: el Málaga revive el fútbol de verdad

Alberto Bravo

Una playa, la que da el nombre al estadio de O Vao, a menos de 100 metros, un césped maltratado por las intensas lluvias que llevan azotando Vigo los últimos días y 350 espectadores entregados a su equipo, el Coruxo de apellido ilustre, el de Aitor Aspas. Así fue el regreso del Málaga CF a Galicia, a la Copa del Rey y el fútbol ochentero de barro y lucha. El sol quiso dar una tregua al partido y de un manotazo se llevó por delante las nubes. Lo que no pudo cambiar fue el fútbol. Balones largos, saltos, choques y un Coruxo buscando agradar a los suyos y conseguir la machada de eliminar a un histórico como el Málaga.

A los vigueses no les temblaba el pulso, muchos de ellos habían jugado en el Celta, incluso en su primer equipo. Ver el escudo del Málaga en el pecho del rival no les amilanaba. La mayoría están en el tramo final de su carrera y son veteranos de mil guerras, muchas de ellas en trincheras como la de O Vao donde el césped ya se había levantado impidiendo el juego de toque, el de los estilistas.

Benkhemassa y Benítez pelean por un balón (Foto: Coruxo FC).

Porque el Málaga se puso por delante de los 'aloitadores', esos gladiadores que cada año son capaces de dominar a las bestias cuando bajan de los montes gallegos. Así se autoproclamaron los vigueses al saludar la llegada del Málaga a O Vao. Y el Coruxo siguió 'loitando' - peleando en la lengua de Cervantes -. No se iban a rendir y metieron al conjunto boquerón en problemas. "Un equipo normalito, un empate sería lo justo", se escuchaba en la grada de O Vao.

Aitor Aspas se llevaba los elogios, de los propios y los ajenos, que el extremo zurdo del Coruxo sea el primo del mejor jugador del momento en LaLiga, ayudaba a que la gente se fijase en él. El morbo de un ilustre apellido también es un lastre, pero no en este encuentro donde sus ataques por el perfil izquierdo provocaron más de un quebradero de cabeza para la defensa malacitana.

Dani Barrio tenía trabajo, el Coruxo no se rendía, el marcador y el empuje de O Vao se lo impedían. Su carácter bravo y valiente les empujaba a intentar acorralar a un rival con historia de oro y brillantes, un pasado de Champions y jugadores de talla mundial. Orlando Sá y Andriu encarnaban a la perfección esa lucha, dos futbolistas con un físico imponente chocando en cada salto, en cada ataque.

Una de las pugnas entre Orlando Sá y Andriu (Foto: Alberto Bravo)

El azul celeste y el blanco que lucía el Málaga en Vigo no lucían con la misma brillantez que si fuese en Balaídos. El barro hacía estragos en las indumentarias de los jugadores. El marrón se pegaba al cuerpo de los 22 contendientes porque el Málaga se tenía que ir al suelo, a tapar a un Coruxo desatado en busca del empate.

Pero la diferencia de categoría salió a relucir en una contra mortal de Juan Cruz, que marcaba su primer gol con el Málaga, un duro varapalo para los 'aloitadores'

Pero la diferencia de categoría salió a relucir en una contra mortal de Juan Cruz, que marcaba su primer gol con el Málaga, un duro varapalo para los 'aloitadores'. Con Caye Quintana y Yanis, que regresaba a Galicia, sobre el campo todo cambió sobre O Vao, hasta la grada empezó a vacilar y dirigir su ira contra el árbitro. Yanis sentenciaba un duelo más igualado de lo que reflejaba el marcador.

El Málaga le ganaba la partida al Coruxo, al barro y a los primeros aficionados que le gritaban en muchos meses. Un feliz regreso al fútbol de verdad, en que la camiseta acaba manchada, donde el aficionado rival puede notar el aliento del jugador a menos de un metro, donde cada entrada y cada golpe suenan como si un ariete quisiese derribar una muralla. El Málaga volvió a sentir todo eso en O Vao.

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