La 1998/99 está grabada a fuego en la memoria del malaguismo. Aquel 30 de mayo de 1999, el triunfo ante el Albacete, el ascenso de nuevo a la élite. Fue la primera pica de Joaquín Peiró como técnico del Málaga CF, el culmen de un equipo que le pegó una patada a años de barro y desierto. Los goles de Bravo, Edgar y Agostinho rubricaron en La Rosaleda una temporada inolvidable que, en su génesis, tuvo pasajes complicados que pusieron a Peiró con un pie en la puerta de salida. 22 años después, con la visita del UD Logroñés, es inevitable acordarse de un partido que lo cambió todo. Ante el histórico y extinto CD Logroñés Peiró salvó el pellejo gracias a un 3-2 en el que hubo un protagonista por encima del resto: Sebastián Fernández Reyes. Sí, Basti.
Y eso que hasta ese encuentro, jugado el 22 de noviembre del 98, el icónico delantero blanquiazul sólo sumaba 62 minutos en dicha temporada. Era la jornada 13 y en las oficinas de Martiricos los nervios afloraron tras un mes de noviembre en el que el equipo no encontró el camino. Las pretemporadas de Peiró, que buscaban el máximo rendimiento en el tramo final del curso, trajeron ese año un bajón que hizo que el Málaga llegara a ese partido noveno tras cuatro derrotas seguidas (y otras dos en Copa). "Cuando Antonio Asensio lo quiso despedir me negué rotundamente porque si no me iba yo antes, dije que si se iba él me iba yo también. Se quedó, le ganamos al Logroñés, fuimos campeones y subimos", recordaba Fernando Puche tras el triste fallecimiento de Peiró.
Basti anotó un doblete y Catanha completó la victoria con un tanto
Peiró se la jugó con Basti, y Basti respondió. Apenas habían pasado 10 minutos cuando el paleño definió con maestría con el exterior dentro del área. Gol de '9' puro. La cosa comenzó a fluir, más aún cuando Catanha puso tierra de por medio en el minuto 38, remachando con la cabeza en boca de gol un balón que desvió Valero y que previamente tocó en el larguero. Jolgorio en La Rosaleda, que aún tenía que sufrir. Porque Redondo puso el 2-1 poco después del descanso, llegaron minutos de nervios y Basti, otra vez Basti, marcó el tercero llevándose un rechace de Valero y fusilando a un palmo de la portería. Se le subieron los gemelos incluso al ahora miembro ilustre de la Fundación del Málaga, que después se fundió en un abrazo grupal -con Peiró de por medio- que dejó claro que aquel grupo estaba unido. Aún hubo tiempo para el 3-2, pero aquella victoria no se escapó.
Ahí cambió la historia de aquel Málaga de época, que no volvió a perder hasta marzo de 1999 cuando visitó al Atlético de Madrid B. En ese tramo, 16 partidos que se resolvieron con nueve victorias y siete empates. Casi nada. Perdió con el Atleti B y de forma consecutiva lo hizo con el Badajoz, aunque una nueva racha primorosa en la recta final (a la que el equipo llegó lanzado) terminó en un ascenso que quién sabe si se hubiera quedado por el camino de no ser por Basti, que en una tarde de noviembre salvó el pellejo a Peiró y encaminó al Málaga hacia un episodio inolvidable en su historia.