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El secreto del éxito del Málaga también está de puertas para adentro

A. Fuentes

Está visto y comprobado que las individualidades en el fútbol no son nada sin no conjugan en un todo. Las plantillas deben ir más allá de nombres que destaquen por encima de otros. El mayor ejemplo lo ha vivido el malaguismo, que se ilusionó con una plantilla de presunto ascenso, con Rubén Castro en punta, Febas y Fran Villaba por detrás y Yáñez en portería, para acabar descendiendo a Primera Federación. Aquel equipo era un conjunto de buenas individualidades que no cuajaron y parecieron jugadores mediocres en muchos momentos de la temporada. Lo de deporte de equipo no es ningún tópico vacío.

Este año han cambiado los vientos. Vuelve a soplar la buena vibra en La Rosaleda. Después de cinco jornadas, se vislumbra una apasionante y dificilísima campaña en el Grupo II de Primera RFEF, que por supuesto ha comenzado con sorpresas en la clasificación. Gran parte del éxito del equipo de Pellicer se sale de lo puramente futbolístico. Sobrepasa la táctica, las apuestas personales, los buenos rendimientos de jugadores y los aciertos colectivos en el césped. Eso se da por hecho que está cuajando, como analizamos en la última contracrónica. El verdadero ingrediente que da sabor a este buen arranque liguero es la cohesión de grupo.

La plantilla del Málaga es una piña. En pretemporada se fue forjando, en la derrota de Castellón se aderezó de aprendizaje y fortaleza y en las cuatro últimas victorias consecutivas se palpa la química. Lo avisó Pellicer en su día, cuando dijo que trataría de proteger a sus jugadores del entorno siempre exigente de La Rosaleda, aunque cuesta creer que a los jugadores no les llegue nada de fuera. Dioni dijo en una reciente entrevista que no lee la prensa e incluso pide a sus allegados que no les manden nada por Whatsapp. No tiene Twitter ni otras redes. Prefiere vivir en una burbuja que otros no siguen, al menos, en lo que respecta a redes sociales. Por Instagram son ya un hábito las publicaciones de jugadores del Málaga que se comentan entre sí, en tono de broma o admiración. Desde los últimos fichajes a los jóvenes con menos protagonismo.

Kevin, Juanpe, Haitam, Nelson Monte, Gabilondo... todos halagando a Roberto en su cuenta de Instagram.

De hecho, Sergio Pellicer decía este verano aquello del 'búnker' metafórico que quería construir alrededor de su plantilla. "Se trata de hacer un búnker en el tema deportivo y que sea capaz de que los jugadores le sigan en el camino con esa idea y olvidarse de todo lo externo y lo que no sea deportivo. ¿Que es difícil? Vamos a intentarlo, que esto sea un búnker, que no se retransmitan cosas. Que lo que pase en el vestuario se quede en el vestuario", decía el castellonense en junio.

Química en línea ascendente

"Jugadores que no se conocían se conocen más, el nivel de entrenamiento es muy alto. Las victorias son muy importantes, pero los pies en el suelo, vamos poco a poco", decía tras el triunfo en Linares Alfonso Herrero, un líder desde la portería. Él es uno de esos factores fundamentales para la convivencia y la confianza de uno para todos y todos para uno. Un capitán sin brazalete que cuenta con la experiencia que no muchos tienen en un vestuario joven y con hambre.

"Estamos consiguiendo hacer una buena piña. Se ve en el campo que somos un buen grupo, vamos todos a una. Salen del banquillo y lo dan todo. Hay que seguir así", dejaba como visión personal Roberto Fernández, protagonista del Málaga en la faceta goleadora con sus tres tantos. Cuando marcó el gol de la victoria, todos los del banquillo le abrazaron y aclamaron. Veteranos y jóvenes, suplentes y titulares.

Han sido muchos los mensajes de este tipo, confirmando esa unión interna, a través de diferentes voces de vestuario. Pellicer tiene el reto de meter en vereda a otros jugadores quizá más lejanos a ese estado de confianza y bienestar mental, como Loren Zúñiga, el más rezagado en la celebración en Linares. Su verano ha sido movido y no está contento con su rol.

Este tipo de situaciones, normales en un vestuario, son las que debe gestionar el entrenador con la máxima responsabilidad. Así como conseguir que el grupo no se desmorone cuando lleguen los baches y las derrotas. Porque llegarán. Ahí se confirmará si esta unión que sigue en línea ascendente está hecha de lazos fuertes.

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