Mercado cerrado, quejas y sugerencias

Este mercado invernal, tedioso y manido para el gremio de los directores deportivos, ya es historia para el Málaga CF. Llegaron el extremo David Ferreiro, el banda-delantero Javier Avilés y el lateral derecho y carrilero Carlos Puga; todos ellos con vinculación hasta junio de este año, aunque Avilés llega cedido del Leganés y los demás en propiedad tras rescindir con sus clubes anteriores, Cartagena y Atleti 'B'. En el apartado de las bajas, abandonaron el barco Loren Zúñiga, rumbo al Real Madrid 'C', y Bilal, destino Fuenlabrada.

Antes de nada, los hechos innegables: es criticable los tiempos o que el Málaga no haya cumplido todas sus expectativas en la búsqueda de un delantero centro puro ("extranjero", decían), aunque quede satisfecho con la polivalencia de Avilés, que puede actuar también en banda. Decía Loren Juarros que el fútbol español "está teniendo problemas y no hay movimientos, en Segunda a nadie le sobra nada".

También que había límites de gasto, pero tampoco muchos... aunque sin especificarlos: "No hay parámetros cerrados por arriba o abajo", respondía con ambigüedad Loren Juarros. El club, pese a los ingresos que ha tenido en los últimos meses, no ha querido invertir en ningún jugador vía clausulazo. No lo han visto necesario. Los seis millones que deben cobrarse por el Caso Horta, ratificado por la FIFA, sumados a los cuatro millones recibidos por el 'Caso Ontiveros' este mismo verano y los dos millones (a cobrar en cuatro plazos) por la venta de Iván Jaime. Desde la cúpula del club no han estimado conveniente invertir en contrataciones. Se siguen cocinando renovaciones, como la de Larrubia, Kevin o Roberto.

Málaga es tierra de contrastes, del todo azul o todo blanco. Habrá quienes esperaban benzemás o moratas en un equipo de Primera Federación. Hay, sobre todo, muchos que venden la piel del oso antes de salir a cazarlo.

Varios candidatos se cayeron por el camino como fichas de dominó. Ni Expósito era viable en lo económico, ni Lago Junior quería bajar al barro, ni Sadiku romper su contrato y su sueldo en India. Lo de Scepovic o Igor Zlatanovic fue más un tanteo. Al final, llegó Avilés, que ya recibió el interés del Málaga en verano. En ese momento primó seguir en Segunda y se fue cedido al Amorebieta. Carlos Puga, que no contaba con protagonismo en el filial del Atlético, ha llegado para aportar competitividad en el puesto de un Jokin Gabilondo al que Bilal no desplazó del once. David Ferreiro, que cubre la baja por lesión de Haitam, aportará experiencia y calidad por fuera. Se espera, al menos.

Prejuicios

Hasta aquí, todo información. Ahora, cerrado el portón de los fichajes, se abren las compuertas de las especulaciones, los juicios de valor y las notas antes de tiempo. Costumbrismo futbolero, sin importar el escudo. Pero Málaga es tierra de contrastes, del todo azul o todo blanco. Habrá quienes esperaban benzemás o moratas en un equipo de Primera Federación. Hay, sobre todo, quienes venden la piel del oso antes de salir a cazarlo. ¿Son idóneos Avilés, Ferreiro y Carlos Puga? Hablará el césped. ¿Es el Málaga mejor ahora que si tuviera a Haitam sano, Loren en punta y Bilal de suplente de Jokin? Lo demostrará el tiempo.

El fútbol es ese deporte donde la estadística avanzada, muchas veces y menos mal, se diluye como azucarillo. En Málaga pasan cosas inexplicables, como que una leyenda como Rubén Castro, más que contrastado en números, no rindiese lo esperado y quedase por debajo de su media goleadora (diez goles en 41 partidos) en la temporada del descenso. O que un tipo llamado Tete Morente llegara en enero habiendo anotado ocho goles totales en seis temporadas y media, entre filial del Atlético, Atlético Baleares, Nástic y Lugo. Y muchos dudaran de que fuera a funcionar porque era un descarte del Lugo. Bien, acabó siendo fundamental para la permanencia en 2020 y sin unos números inflados (dos goles y tres asistencias). Terminó jugando en Primera División con el Elche, ahora intenta devolverlo a Segunda.

Cierto es que el porcentaje de éxito de un fichaje de invierno es bajo, los tetemorentes son agujas en un pajar, lo demuestran los muchos ejemplos de pufos que pasaron dando más bien pena y aportando nada de gloria. Los recientes Febas, Lago Junior o, si apuras, Vadillo salieron bien. No hay mucho más.

Pero más cierto aún es otra cosa que suele olvidarse por el instinto animal que nos lleva a transformarnos, queriendo y sin querer, en los mejores entrenadores, ojeadores y directores deportivos del momento. Y esa pequeña cosa a veces tan olvidada es tan sencilla como echar el freno de mano: las notas se ponen a final de curso.

Tendrá más sentido disparar o celebrar cuando el rendimiento se demuestre en el campo y no en Transfermarkt, Besoccer o a través de comentarios de aficionados que lo vieron jugar con sus propios ojos, pero en otro contexto. Las finales no se ganan antes de jugarlas, los exámenes no se aprueban antes de hacerlos y los fichajes no se evalúan hasta que la temporada dicte sentencia.