Apenas llevaba tres semanas en Málaga y en su primera entrevista, facilitada a este medio hace algo más de un año, dijo: "Te juro que ya me siento como en casa". Encajó como pieza de Tetris en un equipo que pronto lo consideró un padre, el pai entre tanto jovenzuelo. El malaguismo empezó pronto a quererlo por cómo celebró aquel gol de Einar en el 93' al Atleti B en el debut en casa en La Rosaleda, en Primera Federación. Un verdadero hooligan festejándolo como si hubiera ganado una Eurocopa. Sigue siendo el mismo tipo "tranquilo" que cuando empieza el partido tiene "otra personalidad" explosiva.
Cosas de la vida y del fútbol, que vienen a ser igual de caprichosos, Nelson Monte tuvo el pasado sábado, un año después, su propio gol en el minuto 93. Era el primer gol oficial en su carrera, algo muy curioso. De tan poco acostumbrado a meterlos, sino más bien a evitarlos, el central de Vila do Conde no tenía ni celebración pensada. Así, se dejó llevar y se agarró la camiseta con fuerza, elevó el escudo y lo besó mirando a una de las esquinas del estadio ocupada por malaguistas. Un beso al símbolo que tiene un cero por ciento de postureo y mucho de sentimiento.
El defensa portugués fue fundamental en el ascenso a Segunda y este año vive su primera experiencia en la categoría de plata. Con el Almería no llegó ni a debutar. Le salió bien la jugada el pasado verano, cuando abandonó la Primera portuguesa en la que había acabado séptimo en la temporada 2022/23 con el Chaves, un movimiento arriesgado a la vez que ambicioso en su carrera. Fue un salto de dos categorías para vestir de blanquiazul. Pasó de ganar a Benfica, Sporting de Lisboa y Braga a hacerlo contra filiales y sanluqueños.
Obtuvo su premio personal en Tarragona, donde nos reencontramos con él en mitad de la celebración en el césped. Portaba una cerveza en mano, merecidísima, y se abrazaba con todo aficionado que se le acercara. "Salí de Primera de Portugal con la idea clara de que quería vivir algo grande. He estado jugando en Europa League, en Conference... pero esto es el Málaga. No es solo un ascenso, es un ascenso con el Málaga, que es totalmente diferente", nos expresó, pletórico.
No había jugado ni un minuto, pero la final en el Nou Estadi la vivió con un amuleto de la Virgen de Fátima en la mano. "Vosotros tenéis aquí al Cautivo. ¡Yo tengo lo mío también, nuestra Señora de Fátima! Yo lo sabía porque la gitana también lo sabía". Esa superstición quizá la tuvo también en Los Cármenes, porque tras su gol para el 2-2, cometió penalti en el último minuto, pero lo salvó San Alfonso Herrero, un santo al que rezarle.
Esta temporada, Nelson se mantiene indiscutible en el once. Más que un soldado, es el ministro de Defensa del gobierno de Pellicer. Ha jugado con Álex Pastor y con Einar Galilea, con quien se entiende mediante una mirada o un gesto. Ha completado los noventa minutos en cinco jornadas de seis, solo se perdió la jornada 2 ante el Mirandés, con tres amarillas y algún error corregible. Pero su rendimiento está siendo bueno en el global y ya ha roto la placenta en el apartado goleador.
Su pico de forma fue anterior a la lesión de clavícula que sufrió a finales del año pasado. Quiere volver a ese nivel, donde era muy difícil de superar por tierra y por aire, y cada vez está más cerca. En el césped cumple, y con su rol de capitán sin brazalete suma y multiplica a la cohesión de grupo, la gestión de la presión y la ayuda a los jóvenes. Encima, Nelson Monte es ya casi tan malagueño como un espeto. El malaguismo, salvando las distancias, tiene a un nuevo Weligton al que admirar.