El fútbol femenino lucha cada día por lograr la igualdad con la categoría masculina. El Mundial de Australia y Nueva Zelanda se postula como la oportunidad perfecta para atraer todos los focos en las 32 selecciones clasificadas que disputarán el campeonato en busca de la gloria y el reconocimiento. Sin embargo, una de las mayores preocupaciones de la FIFA antes de empezar el torneo es la gran brecha económica que existe entre el Mundial de Qatar celebrado el pasado invierno y la Copa del Mundo Femenina.
Cada selección podrá convocar hasta 26 jugadoras, toda una hazaña para aquellas que son elegidas para representar a su país. Sin embargo, los clubes se arriesgan a que sus futbolistas sufran lesiones que hagan peligrar la próxima temporada, por lo que la FIFA decidió establecer el Programa de Ayudas a Clubes para compensar económicamente a los equipos. A diferencia de los 209 millones de euros que se repartieron en Qatar, la cifra que se aprobó para el Mundial Femenino es muy inferior: once millones, tres más que en la edición mundialista de 2019, pero una cantidad ínfima para los clubes en compensación por perder a sus jugadoras durante más de un mes de competición.
Aunque Infantino, presidente de la FIFA, argumentó en el 73º Congreso que "emprendemos un viaje histórico para el fútbol femenino y la paridad", los números demuestran que la diferencia sigue siendo escandalosamente grande. Sin embargo, hay que reconocer que se han superado los presupuestos que hubo cuatro años atrás. En total se invertirán 152 millones de euros, tres veces más que en Francia 2019, y diez veces más que en Canadá 2015, una mejora considerable pero insuficiente que evidencia el largo camino que queda por recorrer para la igualdad en el deporte.