El Mundial de 1934 tuvo lugar en Italia. Ya que el anterior campeonato se celebró en Uruguay, la FIFA decidió que, en esta ocasión, se celebrara en Europa. El Mundial, por entonces un torneo por invitación, recibió la inscripción de 32 selecciones. Por ello se organizó una fase clasificatoria en la que los grupos se ordenaron por cercanía geográfica para ahorrar costes de desplazamiento.
Tras mucha controversia rodeando a la fase de grupos, se cerraron los 16 participantes. Doce europeos: Alemania, Austria, Bélgica, Checoslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Países Bajos, Rumanía, Suecia y Suiza; dos sudamericanos: Argentina y Brasil; una africana: Egipto; y Estados Unidos. En Sudamérica hubo varias selecciones que no quisieron jugarlo: Uruguay, la Campeona, decidió no asistir porque Italia no acudió a su Mundial. Chile pudo hacerlo, pero también renunció. E incluso Argentina no iba a disputarla en un principio, pero finalmente cambió su decisión. No obstante, los clubes de la recién creada liga argentina se negaron a prestar a sus jugadores. La finalista de 1930 se presentó con un equipo amateur.
La cita estuvo muy condicionada por la situación política del país. Con Benito Mussolini en el poder, el evento fue utilizado como vehículo propagandístico, para ensalzar el nacionalismo italiano. El dictador sometió a mucha presión a los suyos, a quienes soflamó bajo el lema “vincere o morire” (vencer o morir). El país hizo una gran inversión económica para renovar las sedes del Mundial, y se nacionalizaron jugadores argentinos y brasileños con origen italiano para asegurarse la victoria. Estos se unieron a una ya de por sí talentosa convocatoria, con jugadores como Giuseppe Meazza (que da nombre al estadio milanés) o Angelo Schiavio. El mítico Vittorio Pozzo dirigiría aquella Azzurra.
En la fase final del Mundial se estableció, por primera vez en la historia, un sistema de eliminación directa a partido único. En caso de empate, se jugaba una prórroga de media hora y, en caso de seguir empatados, se disputaría un nuevo partido al día siguiente. Solo hubo que jugar un partido de desempate, y fue precisamente España quien lo hizo.
España se plantó en cuartos tras eliminar a Brasil, y quedó emparejada contra la anfitriona. Italia se empleó con violencia ante la permisividad del árbitro. Hasta siete jugadores lesionados no pudieron disputar el partido de desempate (Ricardo Zamora, el portero, acabó con dos costillas rotas). En el partido de desempate el mismo árbitro, el belga Louis Baert, permitió a los italianos lesionar a otros cuatro españoles, les anuló dos goles legales y concedió uno a Italia en el que Giuseppe Meazza impidió al portero parar el balón.
Italia alcanzó la final tras eliminar al Wunderteam de Austria, encabezado por Mathiaas Sindelar, en semis. Se enfrentó a Checoslovaquia que, tras eliminar fácilmente a Alemania, fue amenazada de muerte por el régimen de Mussolini. Ambos encuentros, como todo el campeonato, estuvieron marcados por el favor arbitral a Italia. La Azzurra remontó el tanto checo de Antonin Puc, con goles de Orsi y Schiavio en los minutos finales, y se proclamó Campeona de un Mundial manchado por el fascismo.
Ganador: Italia
Subcampeón: Austria
Goleador: Oldrich Nejedly
Curiosidades: El belga Louis Baert, que arbitró los dos partidos que España jugó ante Italia, fue expulsado del comité de la FIFA y no volvió a pitar nunca más. Aquellos dos encuentros, en los que perjudicó gravemente los intereses de la Selección Española, fueron los últimos de su carrera.