Estamos en octavos, por el lado fácil del cuadro y nos medimos en Moscú a Rusia. Es lo queríamos desde el principio, no nos engañemos. Nos sentíamos muy superiores a Rusia y hemos ido viendo desde la primera jornada del Mundial cómo se había desequilibrado la competición generando muchos cruces 'de la muerte' por un lado, y otros no tan llamativos por el otro.
Decíamos que éramos los favoritos para ganar el torneo junto a Francia, Brasil y Alemania. Pues bien, si nada raro ocurre, no nos enfrentaremos a ninguno de ellos, ni a Uruguay, Argentina, Portugal y -uno de dos- Bélgica o Inglaterra antes de una hipotética final. Todo genial, ¿no? Pues no, ocurre que nuestras sensaciones han cambiado.
Hemos jugado tan mal que, sin exagerar, De Gea se ha convertido en uno de los peores porteros de la competición, como la pareja Piqué-Ramos... ¡Ay capitán!, ¿en qué estás pensando?, la banda derecha es un desastre y somos tremendamente frágiles en todos los aspectos.
A cinco días de enfrentarnos a Rusia parece que vamos a tener enfrente a Yashin, Belanov, Mostovoi, Arshavin y hasta al ejército rojo y a Putin en lugar de enfrentarnos a Smolov, Cheryshev o Dzyuba, futbolistas que jamás tendrán sitio en el Barça, Madrid o Atleti, equipos que más jugadores han donado a nuestra selección.
¿Cual es la solución? Pues está en manos de Hierro. En primer lugar, concienciar al grupo. Está en su mano, pueden hacerlo. En segundo término, hacer de entrenador y no de amigo de los futbolistas. Está bien gestionar el grupo, pero determinados rendimientos demandan giros de timón. Yo creo en Hierro, tiene personalidad para darle la vuelta a esto, pero tiene que hacerlo ya. A partir de ahora hay que medirle como lo que es, el seleccionador nacional. En sus manos estamos.