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La resaca del Mundial deja a Marruecos orgullosa e indignada con los árbitros

Rabat, 26 jun .- Horas después del final de la primera participación de Marruecos en un Mundial desde 1998, el país magrebí amaneció hoy con dos sentimientos predominantes: el orgullo por el empate conseguido anoche ante España y la indignación por los arbitrajes recibidos por los 'Leones del Atlas' en Rusia.

El anhelo suscitado por los 20 años de ausencia en los Mundiales se condensó en diez días de competición que el pueblo marroquí ha vivido con enorme intensidad y que dejan ahora una sensación de resaca, de haber despertado de golpe tras unas semanas en las que la atención de todo el país se concentró en el fútbol.

Quedarán para el recuerdo la omnipresencia de los jugadores marroquíes en anuncios, carteles y prensa, las imágenes de terrazas y cafeterías repletas de gente (con una afluencia femenina mucho más elevada de lo normal) y la ilusión mostrada, especialmente, por una generación de jóvenes que jamás habían visto a su selección en el torneo más importante del mundo.

Tras sufrir sendas derrotas por 1-0 ante Irán y Portugal, Marruecos llegó ya eliminada al duelo de ayer, pero ello no mermó el ánimo de los aficionados, que festejaron con moderada alegría el empate (2-2) contra España, país vecino y al que no se enfrentaban desde 1961.

Hubo, eso sí, numerosas quejas contra el colegiado uzbeko Ravshan Irvatov, ya que por segundo partido consecutivo los marroquíes consideraron que se hizo un uso del VAR arbitrario y contrario a sus intereses.

En el choque contra Portugal, Marruecos exigió en vano que se revisara con el VAR el gol de Cristiano Ronaldo por una posible falta cometida por Pepe.

Y anoche, cuando Irvatov dio por buena la postrera diana de Iago Aspas, los marroquíes no entendieron que se analizara la acción del gol y no la anterior, en la que Rodrigo salvó por poco un balón que se iba por la línea de fondo y forzó el córner que originó el tanto.

El enfado de los marroquíes lo sintetizó Nordin Amrabat, que masculló muy claramente ante una cámara (en inglés, para que todo el mundo lo entendiera) que "el VAR es una mierda".

En cualquier caso, y pese a no haber logrado ninguna victoria en Rusia, la hinchada marroquí se fue a casa con buen sabor de boca, convencida de que, a pesar de los malos resultados, su selección dio una buena imagen y demostró ser capaz de competir con las grandes potencias planetarias.

No cabe duda de que Marruecos ha abrazado con entusiasmo a un equipo singular en el que la mayoría de los futbolistas (17 de 23) nacieron más allá de las fronteras del reino norteafricano, pero eligieron defender la patria de sus ancestros.

El arquitecto de este conjunto ha sido el francés Hervé Renard, llegado en febrero de 2016.

Partiendo de la base de un firme 4-2-3-1 (mutable a un 4-3-3 en fase ofensiva), Renard puso énfasis en la solidez defensiva (con los centrales Mehdi Benatia y Romain Saïss y el pivote Karim El Ahmadi como baluartes) y dio rienda suelta a la calidad de sus centrocampistas más ofensivos, con Hakim Ziyech, Younes Belhanda, Nordin Amrabat y Mbark Boussoufa como protagonistas.

La falta de gol fue el defecto fatal que propició la prematura eliminación en Rusia de una selección que afronta a partir de hoy mismo un nuevo reto: conservar su recuperado lugar en la élite africana al tiempo que acomete un necesario relevo generacional.

Jugadores clave como Benatia, El Ahmadi, Amrabat, Boussoufa o Nabil Dirar superan los treinta años de edad, por lo que se antoja complicado que lleguen en plenitud de condiciones al Mundial de 2022, en el caso de que Marruecos se clasifique.

A su vez, la ascendencia de Hakim Ziyech, Amine Harit o Achraf Hakimi no hará sino crecer, al tiempo que vayan incorporándose a la selección jóvenes promesas ausentes en Rusia como Soufiane Boufal, Achraf Bencharki, Badr Benoun o Walid Azaro.

En principio, Renard seguirá capitaneando la nave. El entrenador galo, con contrato hasta 2022, goza de una notable aceptación popular y ya es el seleccionador de Marruecos más longevo desde la primera etapa de Badou Zaki en el cargo, entre 2002 y 2005.

Dos factores, empero, amenazan la continuidad del técnico: la previsible lluvia de ofertas de otras federaciones (medios locales afirman que Argelia y Egipto ya han preguntado por él) y la volatilidad del banquillo marroquí, que ha cambiado de inquilino doce veces en los últimos trece años.

La Copa de África de Naciones (CAN) de 2019 ayudará a aclarar si esta generación marroquí ha tocado techo o está aún en su camino hacia la gloria. Mientras, Marruecos se regocija en el orgullo que le produce su selección, aunque no pueda evitar pensar que quizás mereció mejor suerte en Rusia.

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