Saransk (Rusia), 28 jun .- Lejos de asumir su condición de comparsa la selección de Suecia ha sobrepasado la frontera de la primera fase del Mundial 2018 sin grandes aspavientos pero escoltada de una reputación que le hace ahora ser tenida en consideración para lo que venga.
El plantel escandinavo se adentró en el cartel de Rusia 2018 sin estima alguna por los aventureros. Ni por los expertos. Los cadáveres que dejó en el trayecto mundialista no fueron tenidos en cuenta para alimentar las expectativas de un equipo que había estado ausente de las dos últimas citas mundialistas.
En la época reciente los pocos o muchos méritos de Suecia, un histórico sin un currículum sobresaliente, habían estado ignorados por el ruido que generaba su futbolista más sonoro, Zlatan Ibrahimovic. Un talento puro cuya repercusión, para bien o para mal, camuflaba la valía del conjunto.
La trascendencia del actual delantero de Los Ángeles Galaxy, considerado uno de los mejores futbolistas del Viejo Continente en los tiempos recientes, trasladaba a un segundo plano los buenos quehaceres del resto.
Es ahora, en Rusia 2018, cuando está incrustado entre los dieciséis supervivientes del torneo, cuando el retrovisor desvela el auténtico valor de sus méritos. Alemania, la vigente campeona, ha sido el último damnificado por el valor al alza del equipo que dirige Janne Andersson. Y eso sí que ha generado ruido.
Apenas fue tenida en consideración a lo largo de la fase de clasificación, cuando tuvo que sacar la cabeza en un grupo compuesto por Francia, Holanda, Bulgaria, Bielorrusia y Luxemburgo. Suecia quedó la segunda. Solo por detrás del conjunto galo pero por encima de Holanda.
Fue mayor el eco del fracaso orange que el del eventual potencial sueco, que acudió a la repesca para intentar ganar su pase al Mundial liderado por el futbolista del Panathinaikos Marcus Berg, máximo anotador en la fase.
La eliminatoria le citó con Italia. Un clásico. Una eterna favorita. Suecia fue a lo suyo y dejó a Rusia 2018 sin la pentacampeona. El varapalo transalpino supuso un shock. Una convulsión para una competición reputada por el nivel y la popularidad de sus participantes.
Verdugo de los grandes, el equipo de Janne Andersson había dejado en evidencia a la tres veces subcampeona Holanda y al combinado con más currículo del fútbol europeo, Italia.
Aún así, apenas fue tenida en consideración para el torneo. Cayó en el mismo grupo que el campeón vigente, Alemania. Si acaso, sus aspiraciones se limitaban a la puja por la segunda plaza ante México una vez distanciada de cualquier opción la selección de Corea del Sur.
Nada ocurrió como se pensó. Solo superada por el conjunto germano, de mala manera, en la última fase del partido, cumplió ante el combinado oriental y propinó un repaso a México. Fue la más regular del cuarteto y dejó a Alemania fuera de Rusia.
Paradójicamente, Suecia se ha labrado un espacio notable desde que su figura Ibrahimovic se echó a un lado. Quiso volver ahora, para alimentar su historial con un gran torneo. Andersson no cedió y mantuvo el mismo ejército que sobrevivió hasta la fase final del torneo. Nadie sobresale. Pero nadie se esconde.
Suecia, en un Mundial después de su baja de Sudáfrica 2010 y de Brasil 2014, está otra vez en órbita. Clasificado como primero del grupo, está citado en San Petersburgo con Suiza para intentar superar una nueva frontera, la de los octavos de final que no atraviesa desde que en Estados Unidos 1994 terminó tercera.