Moscú, 28 jun .- Por su cabellera, barba y corazón se ganó el apodo de 'león de Rekem'. Por su fútbol se convirtió en uno de los mejores laterales derechos del panorama internacional. Como entrenador triunfó prácticamente allá donde fue.
El fútbol fue su vida, su pasión. Un icono de Bélgica y de la mayoría de los clubes por donde pasó. Ahora el orden de prioridades ha cambiado. Al menos por ahora. Unos problemas circulatorios, una pequeña hemorragia cerebral, le hicieron cambiar de perspectiva.
Ve la vida de forma muy diferente, si cabe mucho más relajada. Alejada de la intensa vida de los banquillos, del frenesí del fútbol en activo. Contempla desde la grada a sus equipos del alma y, lejos de los estadios, vive con tranquilidad.
Ha encontrado, además, la estabilidad con su pareja, Virginie, una policía de Lieja, con la que tiene previsto contraer matrimonio el próximo agosto, según anunciaron en diversos medios belgas, y con la que la complicidad es absoluta.
"Eric tiene una personalidad fuerte y, desde fuera, parece una persona severa, pero es un hombre emotivo y muy afectuoso", llegó a comentar la futura señora Gerets.
Nacido el 15 de mayo de 1954, fue sin duda uno de los mejores laterales del Viejo Continente de la historia. Marcó una época.
Jugador con despliegue ofensivo, carácter defensivo y personalidad, fue factor clave y determinante en su Standard de Lieja y en el mejor PSV Eindhoven que se recuerda, con el que, bajo la batuta de Guus Hiddink, ganó la Copa de Europa en 1988, seis ligas holandesas y tres copas.
Fue parte de una época pujante también de la selección belga, con la que logró el subcampeonato de Europa en 1980 y llegó a las semifinales del Mundial de México 1986. Jugó también las Copas de 1982 y 1990. En 1992 colgó las botas.
A partir de ahí inicio una carrera como entrenador también pujante en el RFC Lieja, Lierse, Brujas, PSV Eindhoven, Kaiserlautern, Wolfsburgo, Galatasaray, Olympique Marsella y ahí dio el salto al fútbol árabe al Al-Hilal saudí, a la selección de Marruecos y al Lekhwiya catarí, al que dirigía cuando una mañana se despertó en el hotel del equipo y notó tenía problemas para mover una pierna.
Los médicos del club le llevaron al hospital, donde le diagnosticaron una hemorragia cerebral leve. Pese a ello continuó porque quería ganar títulos en cinco países diferentes y acabó su carrera como técnico en el Al Jazira emiratí.
Aunque la evolución de la recuperación de su enfermedad fue positiva, el hecho de tener algún que otro dolor, al que no ha tenido más remedio que adaptarse, trastornos pasajeros de equilibrio.
En 2015 se dio cuenta de que la vida era más importante que cualquier otra cosa, que el fútbol en activo. Debía de cuidarse, atender las recomendaciones del cardiólogo y el neurólogo. Vivir para vivir lo mejor posible.
Hubiera preferido acabar su carrera en el Standard de Lieja, siempre reconoce Gerets, pero ahora, desde la tranquilidad, disfruta de su vida diaria rodeado de tranquilidad y cuando acude a la grada a ver partidos, principalmente del Standard.
Su foco ha cambiado. "Lo que ocupaba el primer puesto ahora solo está en el cuarto o el quinto", llegó a afirmar el 'león de Rekem', que trata de enfocar la vejez de la mejor manera con todo controlado para que el cuerpo no vuelva a darle un nuevo susto y para disfrutar de la vida lo máximo posible junto a Virginie.
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