El fútbol ruso estaba huérfano, pero ya tiene nombre y apellidos. Alexandr Golovín, el chico de Siberia que tiene a media Europa detrás. Tiene los días contados en su CSKA, pero antes deberá demostrar ante España que tiene un hueco entre los grandes.
"Golovín está jugando muy bien. El mejor ejemplo es que cuando tuvo que quedarse en el banquillo ante Uruguay, a Rusia no le fue nada bien", comentó a Efe Víctor Onopko, segundo entrenador del CSKA Moscú.
Nacido en la región de Kémerovo, famosa por sus minas de carbón, Golovín dio sus primeras patadas al balón sobre la nieve y el hielo en su Siberia natal, donde las bajas temperaturas no son un freno para la práctica del fútbol.
Su madre recuerda que de niño Alexandr siempre se quejaba de que era bajo y relata que cuando en su primer partido le pusieron de portero lloró desconsoladamente.
Alexandr siempre fue un inconformista. El hecho de haber nacido en un inhóspito lugar, donde no había tradición futbolística, no le impidió soñar con fichar por uno de los grandes clubes del país.
Fue un niño prodigio. Llamó la atención en 2015 al alcanzar con Rusia la final del Campeonato Europeo sub'19 celebrado en Grecia, torneo que a la postre se llevó España.
Fue el CSKA el que apostó por él cuando apenas era un adolescente. Debutó en copa poco después de cumplir los quince y pocos meses después se estrenó en la liga rusa y fue convocado por la selección.
La alternativa se la dio Leonid Slutski, entonces técnico del equipo del Ejército ruso y después seleccionador. Bajo su atenta mirada fue creciendo hasta convertirse en el líder de la selección nacional.
Ahora, ya no es tan bajo. Mide 1,78. Es casi ambidiestro y puede jugar en todas las posiciones del campo. Puede atacar y defender, robar y asistir.
Quizás por sus orígenes, a veces parece un témpano de hielo, ya que no le puede la presión. Al contrario, se crece en las dificultades. Es agresivo y le gusta discutir con los árbitros, por lo que a veces se carga de tarjetas. Y tiene un temible disparo a media distancia.
Lo demostró a balón parado contra el Arsenal en la Liga Europa y en el Mundial ante Arabia Saudí. Quizás por eso, el entonces técnico del equipo londinense, Arsen Wenger, se planteó seriamente su fichaje. Ya lo hizo en su momento con la última joya rusa, Andréi Arshavin.
Los italianos, a los que recuerda al gran Pável Nevdev, están muy interesados. El Barcelona ya lo considera un fichaje prioritario. Pero todo depende de Román Abramóvich, el dueño del Chelsea. Si el oligarca ruso se encapricha, el ganador de la puja estará determinado.
Es una cuestión de dinero, ya que el CSKA es sabido que tiene graves problemas financieros, pero el club ruso no venderá a Golovín al mejor postor y el afortunado "sólo" tendrá que desembolsar unos 25 millones de euros.
La duda es si está preparado para dar el salto a Europa. Algunas leyendas rusas creen que marcharse es la única forma de progresar y otros, en cambio, pronostican que si se va a un gran equipo estará irremediablemente condenado al banquillo.
"Alexandr está preparado para jugar en un gran club. Tanto psicológica como físicamente. Ya lo demostró al enfrentarse al Manchester United o al Arsenal esta temporada. Tiene la necesaria experiencia internacional", asegura Onopko desde Austria, donde el CSKA está haciendo la pretemporada.
El exjugador del Oviedo recuerda que "cuando juegas contra grandes equipos y destacas en esos partidos, demuestras que estás listo para dar el salto".
"Está listo. No quiero que se vaya, pero seguramente se irá. No lo hará peor que Rakitic. Estoy seguro de que es bueno que se vaya a un buen equipo para crecer y ser mejor futbolista. Le deseo lo mejor", apunta.
Insiste en que, aunque en la prensa han salido ya muchos nombres de clubes ingleses, italianos y españoles interesados en su fichaje, aún no hay "nada oficial", pero añade que "los futbolistas deben ser ambiciosos".
No coincide con él Dmitri Rádchenko, su antiguo compañero en el Spartak Moscú y exjugador del Racing de Santander y el Deportivo de la Coruña.
"Golovín no está preparado. Aún no ha alcanzado el nivel para jugar en uno de esos equipos de la elite europea", señaló a Efe.
En opinión del actual técnico asistente del Ajmat Grozni, la promesa del fútbol ruso debería marcharse al extranjero, "pero a un equipo de la mitad de la tabla".
Autor de dos goles en la famosa victoria del Spartak en el Santiago Bernabeu (1-3) en los cuartos de final de la Copa Europa en 1991, cree que el trampolín debería ser un equipo "medio" al que incluso podría ir cedido hasta que demuestre su valía.
Como siempre a lo largo de su carrera, la última palabra la tiene el futbolista. Cuando se enfrente a los Iniesta, Silva e Isco se verá de que madera está hecho el niño siberiano que siempre pide el balón.