Rostov del Don (Rusia), 3 jul .- La selección de Bélgica aún se relame de esos segundos de inspiración que en el instante final del partido ante Japón selló automáticamente la clasificación para los cuartos de final de Rusia 2018.
Poco tiene que ver la pizarra en una acción de ese calado, fulgurante e irremediable para el rival. Es un acto casi reflejo y de intuición. Un contraataque de manual que se ensaya mucho y se culmina poco.
El gol de Nacer Chadli fue una inspiración coral que llegó en el momento oportuno. La pelota fue de una portería a otra en apenas segundos. Una exhibición ordenada del talento.
El giro al duelo había sido antes, a falta de media hora para su final, con la derrota cercana y la clasificación improbable. Roberto Martínez dio un golpe de timón.
En pleno vaivén de rumores el técnico de Balaguer (Lérida), de 44 años, casi siempre parece al margen. Acreditado de sobra en el fútbol internacional su nombre suele pasar por alto para los clubes de España.
Pertenece Roberto Martínez a esa avanzadilla de emigrantes que en su día puso tierra de por medio sin un horizonte claro. Veinte años después ya no es Roberto en Inglaterra. Es Bob, un hombre de banquillo graduado en la escuela de las islas.
El técnico español realzó el orgullo, la fe o el espíritu como esencia del milagroso triunfo contra Japón en el Rostov Arena. Aspectos intangibles que poco tienen que ver con el manual de un entrenador.
Roberto Martínez sabe que su golpe de efecto estaba ahí, plasmado sobre el césped. A los sesenta minutos de un partido imposible el seleccionador belga entró en escena. Miró al banco y propinó a su once un lavado de imagen. Marouianne Fellaini y Nacer Chadli, dos secundarios, actores de reparto, entraron al campo por orden de su entrenador. Dries Mertens y Yannick Ferreira Carrasco quedaron fuera.
Dos jugadores de la Premier, dos centrocampistas, del Manchester United y del West Bromwich Albion, resolvieron el partido. Al empate logrado inesperadamente por un central marcado por el fallo, Jan Vertonghen, llegó después el turno de Fellaini, que consiguió el empate y la obra final, el contraataque perfecto que culminó Chadli.
Pocas veces los cambios fueron tan oportunos, tan rentables y tan evidentes. Fellaini y Chadli apenas habían contado para un técnico que tiene el sistema perfectamente definido. Que lavó la cara de la selección belga, en manos de una prodigiosa generación, plagada de sinsabores y aferrada en Rusia a su última gran oportunidad.
No quiere Roberto Martínez ampliar la leyenda negra de los diablos rojos, a cuyo barco se subió en agosto del 2016, justo después del desengaño en la Eurocopa, de donde salió malparado ante Gales, un rival menor.
El técnico leridano había forjado su estupenda trayectoria en Gran Bretaña, a donde llegó para jugar al fútbol con veinte años después de ver el devenir oscuro en el Balaguer y el Zaragoza, con el que llegó a debutar en Primer División. Solo uno, contra el Atlético Madrid.
No tuvo dudas Roberto Martínez para unirse a Jesús Seba e Isidro Díaz, con los que coincidió en el Zaragoza B para marchar a Inglaterra. La terna se unió al plantel del Wigan, en el que se asentó durante seis años y con el que escaló unas cuantas categorías. Es aún uno de los futbolistas más emblemáticos de la historia de ese club. Bob fue a Escocia (Motherwell) y Gales (Swansea) antes de colgar sus botas en el Chester.
Hace once años ya que el club galés le volvió a reclamar para compatibilizar el banquillo con el césped. Fue el trasvase natural hacia su vocación de entrenador de forma definitiva. Con un puñado de jugadores españoles ascendió al equipo y destacó en la Copa, en la que eliminó al entonces campeón, el Porstmouth.
Quedó Roberto Martínez a un paso de llevar al club a la Premier en donde desembarcó después, para dirigir al Wigan. Tras Juande Ramos y Rafael Benítez fue el tercer español en un banco en el primer nivel del fútbol inglés. Evita el descenso. Pero, sobre todo, le hace campeón de la FA Cup al ganar en la final al Manchester City.
La marcha de Alex Ferguson del United provocó un efecto dominó entre los preparadores de la Premier. David Moyes, hasta entonces en el Everton, fue el nuevo inquilino de Old Trafford. Los "toffies" pensaron en Bob Martínez para Goodison Park. Permaneció tres cursos y fue destituido a falta de una jornada para el cierre del curso del 2016.
Meses después fue la apuesta de la Federación de Bélgica para sacar el lustre a la mejor generación de la historia, en su recta final y sin el rendimiento esperado. Roberto Martínez cambió de un plumazo la pinta de los diablos rojos. Instauró el gusto por el balón y una actitud dominante en el juego.
En plano mundial, Bob Martínez ya ha dejado su impronta. A la menor ocasión, cuando fue necesario. A pesar de que el agónico triunfo de su selección fuera un golpe de inspiración.