Óscar González
Moscú, 8 jul .- Si algo está definiendo el Mundial de Rusia 2018 es la cantidad de goles que se están marcando en jugadas de estrategia o a balón parado.
Cuando ya se han disputado 60 de los 64 partidos del torneo, la Copa del Mundo de Rusia es la que ha ofrecido un mayor número de tantos "cocinados" en los entrenamientos. Sesenta y siete goles (incluidos los penaltis), que superan los 62 que se obtuvieron en toda la Copa del Mundo de Francia 1998.
Inglaterra, clasificada a las semifinales por primera vez en 28 años, es el mayor ejemplo, pero no el único; en la fase de grupos 15 de los 32 equipos lograron goles de esta forma.
Selecciones como Colombia, Uruguay, Portugal o Rusia anotaron hasta cuatro goles en jugadas a balón parado y 27 de los 50 primeros tantos fueron en acciones de estrategia.
Mientras que en las Ligas europeas más importantes el porcentaje se sitúa entre el 25 y el 37 por ciento y en el Mundial de Brasil 2014 la estrategia copó el 38 por ciento de los goles, en éste ya va por el 43 por ciento.
El caso más significativo es el de Polonia, que llegó a Rusia con el máximo goleador de la fase de clasificación europea -Robert Lewandowsky, 16 tantos- y tras fallarle éste obtuvo sus dos únicos tantos de esa forma.
¿Qué explicación tiene?. Indudablemente, la irrupción del VAR ha sido clave. No sólo porque se han señalado más penaltis que nunca (van 24, seis más que el récord anterior cuando aún no ha acabado la competición), sino que también por la mayor sensibilidad de cuánto ocurre en el área.
El videoarbitraje ha cambiado la percepción del árbitro, que no se quiere exponer a que las imágenes rectifiquen una decisión por un error flagrante.
Así, el colombiano Yerry Mina no habría podido explotar de la forma que lo hizo sus casi dos metros si se mantuviese el nivel de empujones y agarrones en el área de otros Mundiales.
Pero al frente de todos los equipos, está Inglaterra, que ha obtenido 8 de sus 11 goles en jugadas de estrategia o a balón parado.
Contra Colombia, una jugada ensayada en un saque de esquina le abrió el camino hacia los cuartos de final. Carlos Sánchez trató de situarse entre los jugadores ingleses que se habían alineado entorno al punto de penalti -lo que en el Reino Unido se empieza a llamar el "Love train"- , para favorecer el remate de Harry Kane.
Cuando el centrocampista colombiano trató de zafarse del "sándwich" Kane ya le había ganado la posición y, pese a que es discutible si el delantero del Tottenham le hizo una falta previa, Carlos Sánchez terminó derribando al goleador y el árbitro señaló penalti.
De igual forma, el sábado, otro saque de esquina le ofreció a Harry Maguire, la posibilidad de inaugurar el marcador contra Suecia.
Inglaterra, que llevaba 20 años sin aprovechar un córner en un Mundial, ya lleva cuatro tantos con saques de esquina.
Los "pross" no está cumpliendo más que el plan de Gareth Southgate, un estudioso de la aplicación de la táctica de otros deportes al fútbol, muy influido por Allan Russell, el entrenador del juego ofensivo del equipo.
Russell, un exdelantero escocés con una gris carrera que concluyó su etapa de jugador en el fútbol estadounidense, convenció a Southgate de la importancia que la estrategia tiene en el deporte americano y el seleccionador buscó la forma de aplicarla a su equipo.
En febrero pasado, Southgate acudió a la Superbowl, visitó a los Seattle Seahawks, a los New England Patriots y los Minnesota Vikins, pero también vio entrenamientos de los Timberwolves de la NBA. Buscaba trasladar las tácticas de ocupación de espacios en un cinco contra cinco y los consiguientes bloqueos al fútbol. Los resultados son explícitos cuatro meses después.
Ahora que el equipo de Los Tres Leones ha devuelto la ilusión por el Mundial a los ingleses, Southgate ha emergido como el gran estratega de una competición que, por el momento, se empieza a decidir casi antes del pitido inicial.