Jorge Peris
Londres, 14 jul .- Los primeros fueron los italianos Colaussi y Piola, en 1938. Y les siguieron Rahn en 1954, Pelé y Vavá en 1958, Kempes en 1978, Zidane en 1998 y Ronaldo en 2002. Todos tienen un denominador común. Todos ellos marcaron dos goles en la final de un Mundial.
Se aproximaron, estuvieron cerca, pero ninguno consiguió el ansiado triplete en el partido más importante. Ese honor está reservado sólo para un futbolista: el inglés Geoff Hurst, el jugador encargado de entrar con el pie derecho en los libros de historia del balompié y de saldar la eterna deuda que tenía el fútbol con los inventores de este deporte.
Sir Geoff Hurst -fue nombrado 'caballero' en 1998- fue el protagonista indiscutible en uno de los grandes momentos que se recuerdan en una final de la Copa del Mundo. Allá por 1966, en el Mundial que se disputaba en Inglaterra, en 'The Home of Football', la selección de casa se enfrentó en Wembley a toda una potencia como era Alemania Federal.
El delantero del West Ham United cantó tres veces gol, pero también fue el autor de una de las decisiones más polémicas y controvertidas que se recuerdan. Su famoso tanto -¿o no lo fue?- en el tiempo de descuento es algo que nadie ha olvidado desde entonces y es un tema que todavía provoca divisiones entre ingleses y alemanes.
Suplente habitual en los 'Tres Leones', Hurst aprovechó a las mil maravillas la lesión de Jimmy Greaves en la fase de grupos y se fue haciendo un hueco, a base de fútbol y rendimiento, en el 'once', con el gol de la victoria en cuartos contra Argentina y una asistencia en semifinales ante Portugal incluido.
Llegó el 30 de julio, el día de la final en el icónico y legendario Wembley, con el punta 'Hammer' como titular. A los 18 minutos marcó el primer tanto de los suyos en un partido cuyo tiempo reglamentario acabó en empate a dos y que se decidió en la prórroga.
Ya en los últimos coletazos del duelo, cuando el reloj marcaba el minuto 101, Hurst recogió un centro desde la derecha de Alan Ball, se quitó de encima con una finta a Willi Schultz y soltó un disparo que se estrelló en el travesaño y botó ¿por detrás? de la línea de gol antes de ser despejado a córner por Wolfgang Weber.
No había VAR entonces y el árbitro suizo Gottfried Dienst, ante la duda, vaciló unos segundos antes de recurrir al juez de línea soviético Tofik Bakhramov, que hizo gestos, sin apenas dudar, de que el balón, efectivamente, había cruzado la línea de cal.
Los más de 80.000 espectadores que abarrotaron el viejo Wembley, al norte de Londres, se volvieron locos. Y es que el gol llegó en un momento crucial de la final.
Hundida la 'Mannschaft', Hurst vio portería una vez más, la tercera en su cuenta personal y la cuarta de los 'Tres Leones', para dejar en casa la primera y hasta ahora única Copa del Mundo de los ingleses.
El tanto fantasma de Hurst fue, para muchos, la imagen de un campeonato que estuvo marcado por las actuaciones arbitrales controvertidas, que beneficiaron siempre -o casi siempre- a Inglaterra, el equipo local.
También hubo polémica en el choque de cuartos de final entre Inglaterra y Argentina; y es que pasada la primera media del partido, el colegiado alemán Rudolf Kreitlein -su juez de línea fue Gottfried Dienst- expulsó al capitán argentino, Antonio Ubaldo Rattin, por motivos que todavía se desconocen.
El encuentro estuvo parado durante 10 minutos ante las protestas del combinado 'albiceleste', que no comprendía los motivos de la expulsión de Rattin y exigía un traductor. Jugó Argentina más de una hora en Wembley con un futbolista menos y Hurst, precisamente, con un gol en el minuto 78, metió a los 'Tres Leones' en semifinales.
Ese Mundial, el de 1966, el último sin tarjetas -los árbitros señalaban las expulsiones con el dedo índice-, es el único que ha conseguido conquistar Inglaterra.
A día de hoy, muchos dicen todavía que esas decisiones arbitrales polémicas y un tanto controvertidas se tomaron para saldar la deuda histórica que tenía el fútbol con sus inventores.
Y, 52 años después, Hurts sigue contando su historia, más de actualidad que nunca con la implantación del VAR, un sistema que, quizá, le hubiese privado de la gloria en aquel Mundial.