Óscar González
Moscú, 15 jul .- El Mundial del VAR, el primero en el que la tecnología rectificó errores arbitrales, coronó a una selección francesa más práctica que vistosa, que supo cómo sobrevivir en un torneo que se quedó pronto sin sus grandes estrellas.
Fue una Copa del Mundo con sabor a Eurocopa, por la temprana dimisión del fútbol africano, la pobre actuación asiática -de la que tan sólo se salva Japón- y el desastre americano.
Del fútbol sudamericano tan sólo se puede rescatar la buena imagen dada por Perú, pese a que no le sirvió para traspasar la etapa inicial, y la resistencia de Uruguay y Colombia, que sacaron la cabeza por la CONMEBOL, aunque echaron de menos en exceso a Edinson Cavani y James Rodríguez en el momento decisivo.
Messi, Cristiano, Neymar...las predecibles estrellas fueron cayendo en cascada para alegría de Antoine Griezmann, de Kylian Mbappé y del espíritu de supervivencia croata, con Luka Modric -el mejor del torneo con casi 33 años- a la cabeza.
Messi dejó un gran gol frente a Nigeria, Cristiano un espectacular comienzo con un "hat trick" contra España y de Neymar sólo se recordarán sus simulaciones, carne de "memes" y de debate permanente a lo largo del torneo.
Sin grandes novedades tácticas -mucha defensa de tres, salvo en la final-, Roberto Martínez emergió como el entrenador decisivo en Bélgica, el que ha evitado que se pierda la mejor generación de los "diablos rojos". Dio una lección táctica a Brasil y, pese a que no supo jugarle a Francia la semifinal, revivió a tiempo contra Inglaterra para capturar un tercer puesto que es la mejor clasificación belga de la historia.
Para Inglaterra, el Mundial de Rusia es el de la recuperación de la autoestima. Con un equipo joven, un técnico carismático -que ha vuelto a poner de moda los chalecos- y un aprovechamiento casi pleno de las jugadas a balón parado (9 de sus 12 goles), el conjunto de los "Tres Leones" pudo volver a cantar que el "fútbol ha vuelto a casa". Campeones del mundo sub'17 y sub'20, todo son buenas perspectivas para los "pross".
Pero, si hay dos grandes derrotados, esos son España y Alemania.
La selección española, sacudida por la destitución de Julen Lopetegui, tras anunciar su fichaje por el Real Madrid, dos días antes del comienzo, no encontró ni su juego ni un líder que recondujese la situación. Una carambola le permitió entrar como primera de grupo en octavos, pero ahí se chocó contra la muralla rusa, sin más plan que pasar el balón de un lado a otro. Batió el récord de pases en un partido (más de 1.000) y abrió el debate sobre el "tiki taka" no es ya un modelo agotado.
Alemania, que llegaba eufórica tras una fase de clasificación en la que lo había ganado todo, no atendió las señales de alarma que dio el equipo en los partidos amistosos. Las decisiones de Jürgen Löw tampoco le ayudaron; Manuel Neuer no merecía la titularidad en detrimento de Marc André Ter Stegen y pocos entendieron por qué no convocó a Leroy Sané, el mejor joven de la Premier.
Con una perfecta organización y el impulso que le dio su equipo nacional, del que no se esperaba nada y llegó a los cuartos de final, Rusia vivió de fiesta durante un mes. No hubo ni rastro de los temidos ultras, los estadios estuvieron prácticamente llenos en todos los partidos y hasta el clima acompañó.
Con más emoción que juego, en el Mundial ruso prevaleció el sentido de equipo sobre las individualidades y ahí Francia impuso su orden. Un nuevo orden que comenzará a someter a examen ya en septiembre, en la nueva Liga de las Naciones de la UEFA.