Unos minutos te pueden cambiar la vida. De la alegría a la desazón, de la locura a la impotencia, de la ilusión a la decepción. Todo eso experimentó el RCD Espanyol en apenas unos minutos. Condenado por sus errores, por su falta de concentración. Una oportunidad perdida para recuperar el aliento, para recobrar el oxígeno. CA Osasuna sacó las vergüenzas al equipo de Pablo Machín.
Salió con buena cara el Espanyol al partido. Adelantó las líneas de presión, buscó dominar desde la zona de máquinas e imprimió músculo atrás para frenar al Chimy Ávila. Una fórmula efímera. Con medio triunfo en el bolsillo, lejos de asestar un golpe mortal al rival, el cuadro periquito sacó a relucir su ya conocida dudosa virtud de cincelar su propia tumba.
En apenas unos minutos tiró a la basura una oportunidad de oro. Por falta de concentración, por falta de ambición y poseídos por los fantasmas del pasado. Rubén García y Chimy Ávila aprovecharon dos errores del cuadro perico, impropios de un futbolista profesional, para culminar la remontada. Un golpe mortal a un equipo que fue incapaz de reponerse ni siquiera por jugar más de media hora con un futbolista más. Así llegaron los dos golpes finales, de Moncayola y Roberto Torres, que perpetuaron en el RCD Stadium una de las pitadas más sonrojantes de los últimos tiempos.
Y es que el aliento, como la ilusión, comienza a desfallecer en un Espanyol que estaba llamado a estar historia. Ahora son cinco puntos los que le separan del Mallorca, que limita la zona de descenso. Un suspiro que se convierte en un abismo. Dos partidos que parecen insalvables de superar para un equipo con calidad, con jerarquía, con experiencia, pero con una falta de concentración tremenda. Mucho tiene que cambiar este equipo, mucho tiene que modificar Pablo Machín, para no caer en una tumba que ya está cavada.