Un error postrero y un castigo cruento e inmerecido. Es la tozuda realidad del fútbol de verdadera élite, donde el Real Betis cada día se asienta más y donde deberá aprender que un fallo supone la muerte. Un momento de duda de Víctor Ruiz, y todo el esfuerzo y el gran partido ante el FC Barcelona, al traste. Trincao le robó la cartera a Pellegrini y el beticismo se queda con la cara rota, por muy buena imagen que diera el equipo. El consuelo es poco, pero peor era ver al equipo arrastrarse. Tampoco lo duden.
El doloroso balance no debe empañar del todo dos realidades: que el Real Betis compite ya siempre y ante cualquiera; y que tiene un señor entrenador al frente del banquillo. De hecho, la primera parte del choque supuso una nueva demostración de ello. Ni bajas ni rotaciones ni gaitas. Juegue quien juegue, el cuadro verdiblanco va cogiendo poso futbolístico por días. A base de compromiso y entrega, los jugadores hicieron bueno el inteligente planteamiento de Pellegrini, una tela de araña donde el FC Barcelona fue dejándose apresar.
Mucha posesión, pero poca chicha culé. Y errores forzados que catapultaban el contragolpe del Betis, tan vertical anoche como requería el partido. Pellegrini hablaba en los instantes previos de personalidad en el juego. Y justamente eso es la personalidad de un equipo sobre el césped: no morir con un estilo arriesgándote a que eso te mate, sino ajustarse a lo que cada partido necesita dentro de un patrón general claro.
Viendo el panorama, Koeman utilizó el comodín de Messi y la carta mágica cambió radicalmente la partida. Entre el argentino y Dembelé le dieron al FC Barcelona toda la profundidad y el desborde que hasta entonces le había faltado. El mejor jugador del mundo lleva años jugando a un nivel excelso, aunque ahora parece haber endemoniado ese nivel con las ganas de justificar lo que, según ha salido a la luz, cobra.
Su gol, marca de la casa, igualó la contienda y desarboló el orden del Real Betis, grogui por momentos en medio de un vendaval ofensivo de lobos azulgranas hambrientos de gol. Pellegrini no es perfecto, estaría bueno, y tardó demasiado en meter gente de refresco. Aun así, el conjunto bético se guardaba sus momentos de lucidez y su comodín. Fekir demostró su calidad, no sólo teniendo la pelota cuando más se necesitaba para coger aire, sino fabricando una falta (con tarjeta para Busquets) que él mismo pondría de dulce en la cabeza de Víctor Ruiz.
Este Betis no se entrega ante nadie, ya no hay deserciones en su tropa. Ya con Rodri, Tello, Guido, Loren y Canales en el campo, la partida volvió a igualarse, trepidante y vistosa para los dos lados del tablero. Otra vez recuperó su mejor brillo el equipo heliopolitano, con oportunidades que pudieron darle el jaque mate.
Pero el jaque no llegó. Y ante un enemigo de la inmensidad del FC Barcelona eso se puede pagar. La ambición mostrada para ir a por el triunfo quedó tirada por tierra por mor de un lance evitable en tu propia área.