Tu historia no era la del amor desde pequeña por unos colores. Ni la de la imagen más habitual de una abuela en la grada con su bufanda. Más bien tenía que ver con esa frase que viene a decir que todo el mundo es del Betis, pero que hay gente que tarda más en darse cuenta. O con cómo el vínculo con tus nietos hizo que tu vida se tiñera poco a poco de verdiblanco.
Quién te iba a decir, con el paso de los años, que las derrotas y los empates te iban a dar hasta coraje. Lo negarías en rotundo cuando en aquellas tardes de los 90 la radio de Carlos, tu marido, se convertía en el centro del salón. Porque allí se podía jugar, hablar y, hasta de vez en cuando, gritar. Excepto cuando el transistor avisaba de un gol. Ahí, el barullo de los nietos tenía que desaparecer. Lo que no desaparecían eran tus ganas de que acabara la jornada de ese fútbol que, irremediablemente, te acabaría gustando.
La radio enmudeció cuando Carlos falleció. Y los domingos no volvieron a ser lo mismo para ti. La pena se calmaba con el arropo de los tuyos. La pasión que tanto profesaba tu marido por el fútbol quedó de herencia para tus nietos. Y si en casa de tu hija Yoyi el Betis era sagrado, ahí estabas tú.
No se me olvida cómo preguntabas por algunos de aquellos jugadores y cómo te gustaba ‘Agustín’, ese chavalito de El Puerto que hoy ha derramado lágrimas a la vez que alzaba un trofeo. Es normal, Lola, si a veces para referirte a uno de tus nietos nombrabas antes a tres o cuatro primos, no iba a ser menos con Joaquín. O aquellas veces que quitabas la vista del televisor por si ese era el motivo de los goles en contra.
El Betis y tú, Lola. Al fin y al cabo, había hasta similitudes. Si 13 barras sostienen el escudo, 13 son los nietos a los que cuidaste y sostuviste. Qué te voy a contar del año en que ganó la Liga, si fue el año en el que naciste. Y esa forma de ser, ¿qué? De esas que marcan y que tan especial os hacen a la vista de todos.
Hoy era uno de esos días, Lola. Hoy habrías hablado con tu hija de esto, le habrías preguntado cómo lo vivió tu nieto y si llegó a casa a las tantas. Se te habría llenado la boca contando cómo lo disfrutó tu hijo Javi con Isabel y los niños en la grada. Y se lo habrías repetido durante días (y durante semanas, que nos conocemos…), a todo con el que hablaras.
Mañana era de anécdotas y de batallitas, de “ten cuidaito” y de “cuando venga pa acá, me acerco a verte”. Qué coincidencia, que justo un año después de la tarde que nos despedimos para siempre, el 23 de abril, vengo a contarte algo que tanto te habría alegrado: ¡¡Agüela, que el Betis ha ganado la Copa!! ¡¡Que hoy tenía que ser!! Y vaya si ha sido…