Pasan las décadas y San Mamés permanece enhiesta como La Catedral del fútbol español. La del Betis en Bilbao se llama San Manué, Pellegrini de apellido. Y eso es lo que va mereciendo el chileno, que le pongan una catedral en Sevilla viendo lo que está haciendo con su equipo. El trabajado triunfo en la capital vizcaína, que hemos contado en directo, revive sus opciones europeas y doblega el escepticismo de quienes se empeñan en ver un equipo caído. Todo eran derrotas para el Betis en el Nuevo San Mamés. Hasta este jueves, santo para los béticos.
Al final se verá hasta dónde llega su aura, pero dudar del alma de este Betis es de personas faltas de fe. Y la fe es lo que ha instaurado el técnico en el corazón del conjunto bético. Cuando ya se le daba por muerto en la lucha por los puestos europeos, renace de la mano de su Mesías.
Porque Manuel Pellegrini encarna al Mesías que ha guiado al Betis de las tinieblas de la mediocridad futbolística a la luz brillante de dos clasificaciones europeas consecutivas y un título de Copa. Un señor tocado por los dioses del fútbol, como muestra su peregrinaje profesional; un Cristo chileno que ha multiplicado las ilusiones de los béticos como panes y peces; un sacerdote del balompié que en La Catedral del ídem español se marcó una homilia profunda para sus fieles y para los que no lo son tanto: hay que creer en lo que predica.
Porque casi siempre sabe lo que va a pasar, como dijo una vez un futbolista a sus órdenes en el vestuario bético. Y porque no se puede hacer más con menos. El balón es su hostia consagrada y con ella exorcizó al diablo que lleva este Athletic dentro. Uno de los mejores equipos desde que acabó el Mundial estuvo durante toda la primera parte a merced de los discípulos de Pellegrini. Leones con uñas de mininos. Y lograrlo con los mimbres que tiene parece poco menos que el retruécano del milagro que lleva haciendo desde que llegó a Heliópolis.
Y hablando de cosas diabólicas: la alineación que puso sobre el césped. Cierto que no tenía centrales, pero cambiar de portero, meter a un Sabaly recién salido de lesión y volver a apostar por Willian José en punta...eso sólo lo hace un loco; o un genio. Y Pellegrini está más cuerdo que nunca. Su evangelio está en las rotaciones, básicamente porque si no se hubiera ido hace tiempo a su confesionario particular. Maneja la comunidad del vestuario como nadie y es capaz de sacar un padrenuestro a un mudo.
Así, predicando con el balón, el Betis le enfrió el ardor a la bestia bilbaína y le dio un soberano repaso a partir del tempranero gol de ¿quién? Sí, nada menos que Willian José, quien casi no se acordaba ni de cómo se celebraban. Desde ese momento, el cuadro bético puso al león de rodillas, tuvo las mejores oportunidades (incluido un cabezazo al palo de Paul) y se volvió a parecer a sí mismo, a su versión buena. El credo se hizo fútbol. Y eso que su obispo principal, Canales, no estaba para misas. Sin embargo, con dos cardenales como Guido y William Carvalho, las oraciones se recitan de memoria.
El VAR, tantas veces esquivo, lo redimió de una penitencia que no merecía avisando al árbitro para que despitara un penalti que se había inventado de forma increíble por un balón en la espalda de Miranda. No se descompuso el Betis por el amago de tropelía. ¿Y quién se marcó una palomita como las de Arconada en la primera ocasión interesante del Athletic? Pues sí, Claudio Bravo, que no notó la falta de partidos. Porque el Dios del Betis pocas veces escribe con los renglones torcidos.
La Catedral de San Mamés se puso farruca, como si un ateo hubiera cogido el púlpito para profanarla con un balón. El Athletic se colgó el rosario de su orgullo y la intensidad del bloque que ha conformado a Valverde, y se entregó a su guerra religiosa por agarrarse a los puestos europeos. Fútbol directo contra toque, más lo primero que lo segundo. Con los fieles orando muy muy alto, los bilbaínos fueron arrinconando la fe del Betis sobre el césped. Pero también ha enseñado a los suyos a darse latigazos de contrición cuando no se tiene la pelota...
Y ahí estuvo de nuevo un portero con más años que la humedad, un cura salvando a sus cristianos de la persecución de los locales. El Mesías lo puso en ese altar cuando nadie lo esperaba. Con una saya rosa paró lo que tenía que parar, implorando la fe de los béticos. Pellegrini peleó por sus creencias con Rodri, Luiz Henrique, Borja Iglesias y Abner. Y resucitó Canales. Joaquín no pudo alzar su salmo.
La expulsión de Vivian, que también tuvo que determinar el VAR porque el colegiado vio balón, pareció el cáliz que necesitaba el Betis para finalizar sus plegarias. Ahí acabó la Misa del Gallo. El Gallo es San Manué, que despertó con su canto al beticismo. Y le devuelve la ilusión y la fe frente al agnosticismo de los conversos.
Ole por ti y por t articulo creo que a ti te duele el 💚 o me equivoco? Viva el REAL BETIS BALOMPIE