Por undécima vez, por undécima ocasión, el Real Madrid es campeón de Europa. Quizás no haya sido de la forma más brillante, ni tampoco con la superioridad de otras ocasiones, pero el Real Madrid es el Real Madrid, y cuando juega una final de Copa de Europa, de Champions League, la gana, aunque sea en los penaltis. Ante el Atlético de Madrid, el conjunto merengue puede que no fuera ni mejor ni peor que su rival, y puede que no mereciera más el título, ni menos, pero un mal penalti marca el destino, un mal penalti de Juanfran y la imposibilidad de pararlos, porque lo de Oblak en la tanda fue llamativo. Pero el caso es que por una cosa, por otra, el Real Madrid es nuevamente campeón de Europa, tras un partido disputado, peleado, bastante a contraestilo por ambos conjuntos, igualado, y que se resolvió en los detalles.
Ese sello del Real Madrid, antes de los penaltis, también queda patente. Como queda patente el sacrificio, el trabajo y el mérito del Atlético de Madrid, un equipo capaz de casi todo sin quizás tener tanta capacidad como otros para hacerlo. El fútbol ha vuelto a ser injusto con él, ha vuelto a ser cruel y arrebatarle la gloria europea por tercera vez. Qiuizás el Atlético, que con el empate se conformó, este falto de eso, de la confianza que da saberse ganador par ir a buscar o reencontrarse con la victoria. Ese ápice de ambición le faltó para ir a por el título, pero sobrevivió, reaccionó a un difícil inicio y a un resultado contrario. Y su derrota es injusta para el Atlético, porque su pelea merecía el mayor premio, más que su fútbol.
En líneas generales, el Real Madrid realizó una buena primera parte. Mejor que la del Atlético y suficiente para poner de cara la final. Además del juego a balón parado, movió la pelota con velocidad, presionó bien arriba y ocupó los espacios mejor... hasta que se acomodó. Pero al Real Madrid le bastó con una buena salida sobre el terreno de juego, mucho más intensa que la del Atlético de Madrid, y una buena lectura de las jugadas a balón parado para tomar ventaja en el marcador y en el partido. En un cuarto de hora el equipo de Zidane gozó de tres ocasiones peligrosas a balón parado, y así de hecho consiguió su gol tras una inteligente falta botada sobre Bale para que este peinara y apareciera 'Míster Final', Sergio Ramos, para hacer dudar a Oblak y lograr el 1-0. Eso sí, en fuera de juego tras ver la posición de su cabeza adelantada a Savic. El caso es que el Real Madrid salió mejor, más intenso, más inteligente y jugando mejor, pues movía la pelota con rapidez y encontraba a Bale con suma facilidad, y eso traía de cabeza al conjunto colchonero.
Fueron minutos los primeros y los que siguieron al gol de dominio merengue y de languidez colchonera. Parecía increíble conociendo la tensión y la intención del Atlético, pero lo cierto es que echaba de menos su personalidad, su intensidad, su pelea. Tardó en reaccionar el equipo de Simeone, desconocido hasta entonces. Y a contraestilo, recurriendo al dominio de la pelota, a la posesión, el Atlético empezó a dar síntomas y latidos de vida. No gozó de ocasiones realmente claras, pero al menos se quitó de encima esa sensación de dominio cómodo del Real Madrid y empezó a pisar terreno rival con cierto sentido, sobre todo gracias a Filipe Luis por la izquierda, que hizo sufrir a un Carvajal con amarilla, y gracias a Griezmann, cuyos movimientos daban sentido y profundidad a las posesiones a veces inocuas del equipo rojiblanco.
En todo caso, la mejora del Atlético de Madrid no dio como para que el Real Madrid sufriera realmente, y de hecho alguna contra, sobre todo a través de Bale y Benzema, pudo lanzar, aunque sin demasiado acierto.
La segunda mitad tomó la herencia que le dejó el tramo final de la primera. El Atlético salió mejorado y el que salió dormido fue el Real Madrid, que tardó en enterarse de qué iba esa nueva película del partido. Arriba el equipo colchonero seguía merodeando el área de Keylor, y en una combinación de Griezmann con Fernando Torres Pepe picó y no leyó el movimiento de El Niño. Se lo tragó y le hizo un penalti al delantero atlético que su compañero francés desperdició estrellándolo al larguero. El conjunto rojiblanco dejó ir su oportunidad y el partido tomó un camino inversalmente proporcional a la de la primera parte, como la final fue inversamente proporcional a la de Lisboa de hace dos años. Si tras unos buenos 20 minutos el Real Madrid se apagó en la primera parte, algo parecido empezó a ocurrirle al Atlético, al que le seguía faltando cierta profundidad pese a las aportaciones de Carrasco (entró por Augusto y explotó la banda de Danilo, que había entrado por un lesionado Carvajal)) y claridad salvo cuando llegaban los laterales, Filipe y Juanfran. Por contra, el Madrid empezaba a entrar más en contacto con la pelota y de hecho disfrutó de oportunidades de sobra para matar la final. Benzema se estrelló con Oblak, Cristiano desperdició varias y empezaba a dar síntomas de no dar pie con bola y de fatiga, y el Real Madrid dejó ir el verdadero momento para rematar la Champions.
Y como el destino es caprichoso, el Atlético, ya fuera porque se la debía desde hace dos años a su vecino o ya fuera porque Gabi nunca se apaga y entiende a la perfección el encuentro, encontró el gol. El capitán conectó con Juanfran y el balón al área desde el costado lo aprovechó Carrasco para hacer el empate con 10 minutos por delante.
El Atlético, que había jugado a contraestilo todo el encuentro, obligado a ir a por el partido, se echó atrás con el empate. Y en esos 10 minutos volvió a tener ocasiones el Real Madrid, aunque menos claras. El partido llegó a la prórroga con la sensación de que el Atlético llevaba algunos elementos de ventaja: el físico (el Madrid había agotado los cambios), el ánimo, la justicia por la final de Lisboa... pero en el campo el Real Madrid seguía siendo el Real Madrid, y seguía teniendo argumentos de sobra para hacer daño. Y además, sorprendentemente, cada jugada a balón parado era ventajosa para los merengues. Eso sí, los Bale, Cristiano, Modric, etc. sí que daban mucha más sensación de cansancio. El galés estaba acalambrado, solo Isco y Lucas parecían tener gasolina. El Atlético, más entero, tampoco es que estuviera para tirar cohetes ni para recorrer kilómetros. Pero en Carrasco encontró una vía de peligro y penetración constante. Con todo, en la segunda mitad el Real Madrid quiso más que el Atlético, que parecía conformarse con el empate y llegar a los penaltis. Y tuvo ocasiones, a pesar de tener a varios jugadores fundidos. Pero finalmente el partido no se desequilibró, y se agotó en los penaltis, en los que Juanfran la envió al palo y en los que los madridistas no fallaron ante un Oblak estático.