No busquen una explicación lógica. Ni táctica. Váyanse al lado de las emociones, a lo que no se puede explicar. A aquellas cosas que a uno de le hacen cambiar su forma de ser, esconder sus defectos, sacar a relucir todas sus virtudes. Aquello que va más allá de lo racional. Hablamos del Real Madrid y hablamos de la Champions League, claro.
El cuadro blanco parecía muerto hace apenas dos, tres, cuatro meses. Deambulaba por LaLiga Santander, a la que acabó renunciando cuando ni siquiera se había acabado la primera vuelta. Cayó eliminado en la Copa del Rey en su casa ante el Leganés. Y sólo le quedaba la Champions, un clavo ardiendo al que agarrarse.
Y vaya si se han agarrado. El Real Madrid se transforma, es un equipo diferente en la Champions League. Es el campeón de los campeones, el equipo por excelencia de la máxima competición europea, la más prestigiosa del mundo del fútbol a nivel de clubes.
La ha ganado 12 veces y quiere más. Quiere la décimo tercera y quiere seguir alargando la historia: fue el único en lograr dos Champions consecutivas y ahora se postula como claro favorito para la tercera, que supondría cuatro en los cinco últimos años. Hablamos aún de suposiciones, pero es que este Real Madrid asusta cuando escucha el himno europeo al salir de vestuario. Se transforma, es un monstruo.
En Turín volvió a demostrar que es un equipo hecho para estas grandes citas, apabullando a una Juventus que llegó a creer en el empate y acabó pidiendo la hora y liderado una vez más por Cristiano, su piedra angular en Europa.
Hace apenas cuatro años, en el Real Madrid estaban obsesionados con la Décima, que tardó en llegar mucho, demasiado. Se quitó aquel peso de encima con un histórico gol de Sergio Ramos en Lisboa en el 93'. Y ahí cambió la historia: cayó un año después ante la Juve en semifinales, pero tocó el cielo en Milán y volvió a hacer lo propio en Cardiff.
Es la Champions League. Es un monstruo, una máquina de competir, un binomio especial difícil de definir. Y quiere más.