Tócala otra vez, Sam. La música se ha colocado en el día a día, en las películas más importantes y en los sucesos más delicados de cada una de nuestras vidas. Muchas son las letras y composiciones especiales, pero esta noche sonó sólo una: la fina melodía del karma que besó Thibaut Courtois.
El meta belga del Real Madrid dormirá hoy entre sonrisa y sonrisa, entre recuerdos y un dulce sabor a victoria. Su equipo sufrió (mucho) durante los 120', lógico ante un equipazo como el Atlético de Madrid, pero él siempre estuvo ahí.
En una noche con mucho morbo, Tibo volvía a encontrarse ante el equipo que le hizo grande, ante la afición que, tras su fichaje por la Casa Blanca le insultó y menospreció. Pero ahora es gigante. O un gigante.
Courtois protagonizó un auténtico partidazo en la final de la Supercopa de España, el partido de hoy fue el que quedará por los goles que salvó de Correa, Morata o Thomas. El partido en el que animó a sus compañeros y fue el primero que salió al contragolpe justo después de la expulsión de Fede Valverde.
El que escribe apenas cree en la coincidencia: todo lo que pasa, en el fútbol y en la vida, tiene una razón, un porqué. Y más allá del trabajo realizado, que es mucho, y de la calidad que guarda en sus guantes, Courtois merecía una noche así.
Un buen amigo se empeñó en repetirme, una y otra vez, que Ter Stegen era buenísimo, que Jan Oblak -otro grande del encuentro- también lo era, pero que a veces el público olvidaba lo buenísimo que era Thibaut Courtois.
Mañana, probablemente, deberé darle la razón: la fina melodía del karma, el The Champions más dulce, la noche en la que Courtois, tras mucho sufrimiento, volvió a la portada, tenía que ser ante el Atlético de Madrid.