Si algo caracteriza a Florentino Pérez es su poder en el mercado de fichajes. El presidente del Real Madrid formó aquel equipo galáctico en su primera etapa, aunque en estos últimos años no está demostrando tanto poderío económico. Uno de los jugadores que llegó hace ya más de un lustro con ese cartel de estrella mundial fue Gareth Bale, hasta la fecha el segundo fichaje más caro de la historia del club. Su precio, en cualquier caso, está en caída libre.
En verano de 2013, el Real Madrid pagó 100 millones de euros al Tottenham por su traspaso. Gareth Bale despuntaba en los Spurs, donde ya había realizado actuaciones extraordinarias en la Champions League. Comenzó su carrera en Inglaterra como lateral zurdo pero su proyección ofensiva acabó propiciando que adelantara cada vez más su posición.
En su llegada al Real Madrid fue directamente un jugador de ataque. Casi un delantero, de hecho. Cristiano Ronaldo impidió al galés jugar por su banda natural, la izquierda, por lo que se tuvo que acostumbrar a jugar por la derecha.
Lo cierto es que Bale nunca ha demostrado regularidad, lastrado en gran medida por las lesiones, pero sí es verdad que ha tenido actuaciones determinantes en partidos importantes. Aquel gol ante el Barcelona en la final de la Copa del Rey, otro tanto en Lisboa, su chilena en Kiev...
Pero sea como fuere, su valor de mercado no hace más que bajar. Cuando llegó al Real Madrid, el portal especializado Transfermarkt valoraba a Gareth Bale en 65 millones de euros, a pesar de que el cuadro blanco pagó 100 kilos por su fichaje. El galés alcanzó su pico en 2016 con un valor de 80 millones. Ahora, en cambio, va cuesta abajo y sin frenos: sólo cuesta 40 millones de euros. Y Zinedine Zidane está deseando desprenderse de él.