El CD Leganés certificó su descenso a LaLiga SmartBank al no conseguir imponerse al Real Madrid en el estadio de Butarque (2-2) en un duelo donde dio tuvo opciones hasta el último instante sin lograr el objetivo.
Jugárselo a todo o nada contra el campeón era el precio que tenían que pagar los locales para seguir viviendo el sueño de la máxima categoría del fútbol español, todo ello después de una campaña donde que llegasen vivos a la última jornada podría considerarse ya de por sí un milagro.
Y ni siquiera ganar era sinónimo de éxito y alivio porque en paralelo tenían que orientar sus oídos hacia el campo del Espanyol, donde una victoria del Celta de Vigo haría inútil cualquier gesta por grande que esta fuera.
Enfrente un cuadro madridista que ya había hecho los deberes con sobresaliente pero que buscaba la matrícula de honor redondeando el curso con el trofeo de máximo goleador para Karim Benzema y un triunfo que le permitiera convertir en impecable el regreso tras el parón por la crisis sanitaria del coronavirus.
Esa responsabilidad le tocaba afrontarla a los menos habituales de Zinedine Zidane. Solo Sergio Ramos, Casemiro y Karim Benzema repetían de inicio en un once sin algunos candidatos a jugar su última cita liguera de blanco.
La necesidad del anfitrión marcó los primeros instantes, mostrándose este pegajoso. Sin embargo no tardó mucho el Real Madrid en demostrar que no había llegado a pasearse. Fede Valverde avisó con un potente golpeo desde la frontal que obligó al vuelo de Cuéllar. Acto seguido, el castigo fue mayor.
Una falta lateral servida con precisión por Isco al corazón del área encontró solo a Sergio Ramos, quien de cabeza con comodidad puso por delante al Real Madrid para alcanzar el centenar de dianas en torneos de clubes.
El camino empedrado del Leganés se hacía además empinado. Pero no será nunca falta de esfuerzo lo que se le pueda reprochar a los leganenses, que siguieron la expedición hacia lo imposible cargando con su pesada mochila.
Como guía el joven Bryan Gil, quien crece a cada duelo que pasa mientras muestra hechuras de futbolista llamado a grandes cosas. Suya fue la primera ocasión blanquiazul, un tiro centrado que detuvo Areola. Y en sus botas se generó la segunda, la cual terminó con otro impacto de Recio que corrió el mismo destino que el anterior.
La réplica se materializó en el primer intento de Karim Benzema por incrementar su cuenta particular, aunque este se marchó desviado. La cadencia de ahí al descanso anticipaba pocos sobresaltos pero en el último aliento, nació el empate.
Un cambio de juego de derecha a izquierda encontró junto al costado a Jonathan Silva, quien filtró el esférico entre los defensores. Apareció entonces Bryan Gil para pegarle casi sin ángulo y sorprender a Areola por debajo de las piernas. En paralelo marcó el Espanyol, pero la diana de Embarba acabó siendo invalidada.
La incertidumbre para tomar esa decisión produjo un efecto mariposa que provocó que el inicio de la segunda mitad se retrasara varios minutos para que todo lo retornara a la vez. Tiempo suficiente para que Miguel Ángel Guerrero y Óscar Rodríguez calentaran con garantías antes de salir al césped por Ruibal y Manu. En el Real Madrid, minutos también para Nacho en detrimento de Sergio Ramos.
De vuelta al verde se vio a un conjunto de Zidane más cómodo con la pelota en los pies, asomando incluso por las inmediaciones de la portería. Ese planteamiento generó cierta incertidumbre al rival y tuvo sus frutos al poco cuando una pérdida de balón en la medular le dejó el balón a Isco, quien metió el pase en profundidad para un Marco Asensio que no perdonó en el mano a mano.
La desventaja, y un problema muscular de Tarín, fueron argumentos suficientes para que Javier Aguirre quitara a un hombre de su línea defensiva y buscase un revulsivo en las figuras de Roger Assalé y Roque Mesa. En el otro lado los elegidos para refrescar al equipo fueron Jovic, Brahim y Kroos.
El movimiento del mexicano convirtió a su grupo en más incisivo, en parte también porque así lo dictaba la obligación. Assalé se convirtió en un acelerador del juego y Óscar Rodríguez comenzó a hacerse notar ante la entidad a la que pertenece, probando a Areola desde lejos hasta en dos oportunidades.
No faltaban las ganas pero sí fallaba la puntería mientras la esperanza languidecía con el movimiento del reloj. Pese a ello bajar los brazos era algo impensable, a los locales les quedaba aún fe para rato. Y dinamita, la suficiente para intentar volar las expectativas por los aires.
Un saque de banda en la izquierda le dejó la pelota a Jonathan Silva, cuyo servicio lo capturó Assalé entrando con furia para superar al portero. De nuevo solo hacía falta un gol para alcanzar la gloria.
Lo tuvo, hasta dos veces, el canterano Javier Avilés. En la primera la mandó fuera solo en el segundo palo y más tarde hizo lo propio a la salida de un córner, polémica incluida pues tocó antes en el brazo de Jovic. Fue el epílogo más cruel para el Leganés, que dice adiós a la elite después de cuatro temporadas en la misma.
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