Resumen de la 2018-19 (5): Olabe, la revolución no ha llegado aún
Si la llegada de Roberto Olabe a la dirección deportiva del club tenía que suponer una revolución en la Real Sociedad, el resultado de la temporada 2018-2019 no nos ha permitido todavía vislumbrarla. La paciencia es un lujo que el fútbol moderno no se permite ya a ningún nivel, ni dentro de los clubes ni tampoco fuera de ellos, lo que ha motivado que el trabajo de dirección de quien en 2002 salvara a la Real del descenso ocupando el banquillo txuri urdin haya estado muy cuestionado, casi desde el primer día y con razones muy válidas. No hay que olvidar que Olabe ha multiplicado el número de técnicos y despachos y eso no se ha traducido en resultados directos en la eficacia del equipo. Lo que ha funcionado estaba ya en casa, y eso no es un buen balance para Olabe.
Las apuestas en el primer equipo son las que, casi en su totalidad, le han salido mal a Olabe. La principal, la del banquillo. Nunca pareció haber comunión entre Olabe y Asier Garitano, lo que resulta peculiar teniendo en cuenta que se trata de un fichaje externo. Por momentos, las tiranteces y el distanciamiento en los planteamientos recordaron a los que Loren ya mantuvo con Martín Lasarte o con Philippe Montanier. No había que tener una bola de cristal para saber que la relación no podía acabar bien, y eso quedó claro después con lo que unos y otros dijeron cuando se produjo el cese de Garitano, por poco que fuera dentro de esta mezcla de respeto y oscurantismo que rodea al fútbol moderno. La elección de Garitano y la poca firmeza con la que se apostó por el durante el tiempo que estuvo marcan mucho en la primera temporada de un director deportivo, y más si el ex técnico del Leganés no era realmente el primer nombre de la lista de futuribles.
Garitano era la cabeza visible de una larga lista de equipos de técnicos que debían cimentar esa evolución en la Real. Y eso, que tampoco se ha visto, quedó en evidencia con la salida del segundo entrenador que le colocó el club, Rubén de la Barrera, aunque se marchara a otro proyecto de un fútbol emergente y con mucho dinero, el qatarí. Ejemplos de este desfase ha habido muchos. Lo fundamental, la preparación física ha quedado en entredicho por el interminable número de lesiones que ha sufrido el primer equipo, y que tímidamente se ha querido vincular al nuevo césped de Anoeta. En el apartado psicológico, asombra ver a un jugador tan desesperado como Sandro casi desde sus primeras apariciones en el equipo sin que se le pueda ayudar de una manera clara. No cabe duda de que se habrá trabajado con él, pero sin éxito. Y, por ejemplo, todo lo que podría haber convertido a la Real en un laboratorio de estrategia ha parecido inexistente, tanto en defensa como en ataque. El balón parado ha sido una de las grandes rémoras de la temporada y ha costado muchos puntos.
Otro debe de Olabe está en los fichajes que planteó para esta temporada. Tres, uno en propiedad y dos cedidos. El primero, Mikel Merino, sí ha sido un acierto. Al navarro le costó entrar por lesiones y por estado de forma, pero ha terminado la temporada demostrando que se puede confiar en él como pieza angular de un futuro a largo plazo. Buen fichaje, y además uno que se le arrebató al Athletic, signo de que algunas cosas sí están cambiando. Pero las cesiones han sido pifias enormes. El rendimiento de Theo y Sandro ha puesto en entredicho la fórmula escogida, por mucho que sea una perfectamente valida para la Real en un mercado muy inflado y en el que se pagan dinerales por jugadores de medio pelo. Olabe no consiguió opciones de compra para ninguno de los dos, pero aun así, según se ha dicho, fueron opciones caras. Nunca se supo si hubo obligación de que jugaran un número determinado de partidos, algo que pareció creíble por la insistencia en ambos a pesar de su rendimiento. Todo salió mal con ellos. Dice Olabe que es la de negociador no es la mejor de sus virtudes, pero le toca aprender a moverse en el mercado.
¿Y qué le queda a la Real entonces, si falla lo externo? Zubieta. Siempre Zubieta. Pero eso ya estaba allí antes de Olabe y, por supuesto, seguirá allí cuando la dirección deportiva esté en otras manos porque es el mayor patrimonio del club. Es verdad que con Olabe se mantiene la estrategia de apostar por lo de casa, pero eso es algo que se ha hecho siempre, casi siempre en realidad, salvo en aquellos años que preludiaron el descenso de 2007. Imanol ya estaba en Zubieta, el trabajo con los Aihen, Barrenetxea, Sola, o incluso Oyarzabal o Aritz Elustondo viene de lejos. Y al final de la temporada eso es casi lo único que se puede destacar de la temporada de la Real. Olabe todavía tiene margen, y desde luego le ha pesado también la furibunda crítica que sufrió su antecesor, Loren, que ayudó igualmente a disparar expectativas y exigencia. La conclusión, en todo caso, es que Olabe no puede estar satisfecho de su primer año en el puesto. Hace falta más y cabe esperar que sea plenamente consciente de ello.