Cuando Rulli se lanzó al suelo para cortar el avance de Vinicius en el Santiago Bernabéu se desató la mayor tormenta mediática que se ha vivido en esta primera temporada del VAR. Fue la mayor demostración de que la Liga está en manos de demasiada gente, en los estamentos organizativos y en la esfera mediática que los condiciona, que no tiene interés en que las cosas vayan bien. El VAR es un buen preciado que hay que cuidar y mejorar. La Real puede dar fe de ello, porque ha sido el equipo más justamente compensado de la Liga con esta herramienta tecnológica. Cuatro consultas, cuatro decisiones a favor. Pero el problema no es la tecnología, sino quién y cómo se aplica.
Podríamos entrar, por supuesto, es si es necesario que un árbitro necesite ayuda de nadie para ver la patada en la cabeza de Iñigo Martínez a Sangalli que en San Mamés no se hubiera señalado como penalti sin la mediación del VAR, justó lo que decidió Hernández Hernández obviando lo que todo el mundo sí apreció en directo. O cómo Del Cerro Grande fue el único en no ver una clamorosa mano del Espanyol en Anoeta, que tras consulta con los árbitros ante los monitores se convirtió en el 2-0 en aquel encuentro. Si entráramos en eso, seguramente nos llevaría a la conclusión de que el estamento arbitral sigue sin estar tan bien preparado como debiera en muchos sentidos.
Pero, claro, es que hay algunos árbitros que mi con la ayuda de la televisión. Cuando Melero López expulsó a Willian José en Vigo, el protocolo del VAR invitaba al colegiado a consultar la jugada. Lo que él señaló en el campo no existió, lo que escribió en el acta fue, por tanto, una mentira inducida. Pero el VAR, que está obligado por protocolo a revisar la jugada, no quiso corregirle o a él, sencillamente, no le dio la gana revisar su decisión aunque así se lo indicaran, él sabrá por qué. Como tampoco lo hizo con la agresión de Giménez a Bautista en la visita a Anoeta del Atlético de Madrid que González González, qué raro, no pitó sobre el césped ni González Fuertes le indicó con el vídeo.
Esto, lógicamente, no se trata de una conspiración. Desde el otro punto de vista, el del rival, resulta increíble que la ayuda tecnológica no se aplicada en los dos clamorosos penaltis que Willian José primero y sobre todo Rulli después cometieron en la visita del Getafe a Anoeta. No ha sido la tónica habitual, porque pocas veces da la sensación la Real de ser un equipo beneficiado en el campo por las decisiones grandes o pequeñas de los árbitros, pero cuando se da uno de esos partidos que desde pequeños hemos aprendido a calificar como atracos, aunque la corrección política de nuestros días se lo tome a mal, se dice y no pasa absolutamente nada.