Llega el FC Barcelona y el destino ha querido que sea en vísperas de la visita de la Real Sociedad a Osasuna, equipo que entrena Jagoba Arrasate, el último valiente que paró los pies a la arrogancia del club culé y puso en su sitio a varios de sus jugadores, de los cuales la mayoría optaban en su momento a un balón de oro pero que su comportamiento por aquel entonces estuvo a la altura de un balón de playa pinchado. Suena paradójico, pero incluso tendríamos que agradecer aquel infantil comportamiento lleno de faltas de respeto, chulería y estilo 'macarra', puesto que a muchos seguidores txuriurdines se les cayó por fin la venda de los ojos. De siempre había existido en Donostia y provincia esa sensación de mayor simpatía por el equipo catalán que por el Real Madrid, por ejemplo, determinada sin duda alguna por el componente político que conllevaba, pero fue a la enésima charlotada culé cuando los que aún sin saber muy bien por qué todavía le guardaban cierta simpatía, decidieron de manera definitiva bajar al Barcelona del pedestal.
Muchos de aquellos jugadores que se comportaron como niñatos maleducados, no sólo en aquel partido sino anteriormente también, venían de sufrir una dura racha de años sin ganar en Anoeta, quizá fuera eso lo que más les escocía. En aquel momento, además de estas cosas, éramos víctimas de insólitos arbitrajes con decisiones increíbles y vergonzosas que hacían que ganar al Barcelona resultara una misión imposible, literalmente. Pero hasta eso nos pudo ayudar en hacernos más fuertes y orgullosos de nuestro escudo. Desde entonces, y desde aquel “nosotros también tenemos escudo”, una frase más propia de un eslogan comercial que otra cosa como es “yo no tengo segundo equipo” se ha convertido en algo tan real y natural entre la afición txuriurdin que ha terminado de consolidar ese sentimiento de pertenencia a un club tan pequeño y grande a la vez. Entendería perfectamente que otros no lo entiendan. Buena señal.
Aquí no hay tregua, y como dice la mítica canción de Barricada “cuando se aprende a llorar por algo también se aprende a defenderlo”, por eso, mañana toca ir a las barricadas, pelear y terminar el partido con el orgullo intacto. Porque a veces las barricadas cierran la calle, pero abren el camino…