La Real Sociedad mostró sus credenciales para los dieciseisavos de final de la UEFA Europa League. Sus virtudes, y también alguno de sus defectos. Sin embargo, el empate ante el Nápoles en el renombrado Diego Armando Maradona, otrora San Paolo, fue brillante. No por el resultado, aunque valiera para sellar la clasificación, sino por la personalidad mostrada por el cuadro txuri urdin. Durante los primeros 35 minutos desarboló a un equipo que marcha tercero en la Serie A. A una escuadra que ha pugnado hasta la extenuación por alzarse con el Scudetto en las últimas temporadas. Y por encima de todos surge un nombre que gobernó con mano de hierro sobre el césped partenopeo: el Conde, Mikel Merino.
La actuación del mediocentro pamplonés fue dominante de principio a fin. Apareció por todo el largo y ancho del campo, ya fuera para ayudar en defensa a robar balones, para dar salida limpia a la pelota desde atrás, para filtrar pases incisivos en zona de tres cuartos o, incluso, para asomarse al área y tratar de marcar gol.
Mikel Merino volvió a demostrar en Nápoles lo que dice la canción: "El 8 de su dorsal es un infinito, como su presencia a la vez en varios sitios".
Fue a la vez Fabián Ruiz, Bakayoko y Zielinski. Todo en uno. Ayudó en defensa a Monreal en el perfil izquierdo, pero también se asomó al derecho para juntarse con Januzaj e intentar meter pases diagonales hacia portería. El Diego Armando Maradona, que ya es mucho decir, fue su condado particular.
Si hablamos de Mikel Merino tenemos que hacerlo, obligatoriamente, como una de las razones por las que la Real Sociedad está gustándose en la actual temporada y en la pasada. Ya lo dice la canción: "el 8 de su dorsal es un infinito, como su presencia a la vez en varios sitios", y en Nápoles demostró que no es una simple rima, sino una realidad.