Viajar a Pamplona nunca es tarea fácil. El Real Zaragoza lo sabía y pudo volver con un premio mayor al que finalmente logró. Pero, con el tiempo, el empate a un gol que han logrado los de Carreras puede ser mucho más positivo. En caliente se ven las cosas de otro modo. Lo cierto es que el Real Zaragoza buscó la victoria en El Sadar. Pero solamente durante 45 minutos. Porque en la segunda parte el conjunto aragonés levantó el pie del acelerador y pudo terminar perdiendo todo su botín. Finalmente, logra sacar petróleo de Pamplona, cosa que casi nunca es sencillo.
Con las ideas muy claras, en la primera mitad se pudo ver a un Real Zaragoza ordenado y disciplinado. Con esa disposición enfiló, desde los primeros minutos, el camino que terminaba en la portería de Nauzet. Al principio, además, con claridad. Varias jugadas de combinación hicieron que el ataque zaragocista merodease por el área rival. Un buen comienzo empañado por la dureza de un rival que frenó esa apuesta por el toque con un contacto físico excesivo.
El primer ejemplo estuvo en la banda de Diego Rico. El burgalés, después de amagar con el cuerpo, dejó a Oier sentado y ya iba a seguir hasta la línea de fondo cuando el lateral osasunista le retuvo el pie con la mano. El árbitro cobró falta, sí, pero ni rastro de la amarilla. De hecho, lo más sorprendente es que Oier terminó el primer acto sin tarjeta... y el partido también.
Entre tanto, Alberto Guitián abandonó la seguridad a la que nos ha ido acostumbrando por un segundo. Fue cuando le regaló a Otegui un balón que dejó al chaval solo frente a Manu Herrera. La veteranía -y la peor definición posible- hicieron que el guardameta madrileño atajase el cuero en dos tiempos. Esa acción marcó el comienzo del dominio local. Porque Osasuna dio un paso adelante y se hizo con el centro del campo. Los cinco jugadores alineados en esa zona bloquearon a Morán, Ros y Culio y, sobre todo por las bandas, intentaron ponerse por delante. Pero una buena defensa y un gran Manu Herrera dejaron la puerta a cero al descanso.
Esa solidez en la zaga, sumado a la calidad, que asoma en los momentos más imprevisibles, hicieron el Zaragoza también tuviera sus opciones. Fue a balón parado. Dos balones que colgó Pedro no terminaron dentro por poco. Primero con un remate de Cabrera que se marchó lamiendo el poste. Después, con un cabezazo de Ángel que atrapó Nauzet sin mayores problemas. Fue en ese toma y daca cuando llegó el destello. Culio cruzó un balón desde la izquierda que llegó a las botas de Manu Lanzarote. El catalán controló solo y, casi sin mirar a portería, alojó el balón en la portería por la escuadra contraria. Por el camino se quedó la defensa de Osasuna y un Nauzet adelantado que tardó un rato en reaccionar ya después del gol. Una obra de arte que dejaba al conjunto aragonés por delante y con 0-1.
Todo se empezó a torcer cuando, nada más comenzar el segundo tiempo, David García puso el empate para Osasuna en la primera ocasión del segundo acto. Un saque de esquina botado por Torres, en el que Manu Herrera quizá pudo hacer algo más, terminó en el fondo de la portería tras el remate del defensa. Fue ahí cuando el Osasuna se vino arriba y el Zaragoza se quedó frío. Los navarros aprovecharon ese momento de desconcierto para acercarse al área rival.
Lo intentaron, como siempre, bloqueando el centro del campo aragonés. De las Cuevas salió con ese objetivo e incluso marcó... pero se encontraba en posición ilegal y el gol fue bien anulado. Pero sin duda, la más clara para los rojillos -de la segunda parte y del partido- fue para Pucko. El esloveno tuvo un mano a mano de esos que nunca jamás se deben fallar. Pero Manu Herrera se redimió y si en el gol pudo hacer algo más, en esta ocasión desarmó la ocasión de Pucko y mantuvo con cida al Zaragoza. Quizá esa jugada le hizo rehacerse levemente y volver a buscar el área rival, aunque con menos fuerza que en la primera mitad.
Porque en el tramo final del partido Osasuna siguió mandando, pero el Real Zaragoza ya tuvo otra imagen sobre el césped. Después de renunciar a casi media hora de partido, por el jarro de agua fría en forma de gol, los de Lluis Carreras regresaron al partido a tiempo de salvar los muebles. De hecho, se atrevieron incluso a tener alguna tímida ocasión. Claras, lo que se dice claras, no fueron. Pero suponían el tiempo suficiente para tener el balón alejado del área blanquilla.
Los diez minutos finales fueron de infarto. El Osasuna se dedicó a colgar, con bastante criterios, balones al área. El Real Zaragoza, a intentar mandar alguna bola a Ángel. En ese toma y daca, Cabrera veía su segunda amarilla -quizá algo exagerada- tras frenar una internada por el carril central de los locales. Ángel abandonaba el campo y, a falta de un minuto más los cuatro de descuento, Rubén y Guitián fueron los encargados de sostener a la defensa junto a Campins, Diego Rico y Manu Herrera. Un Zaragoza encerrado, logró cambiar la dinámica del gol tonto en la última jugada del partido y, de paso, sacar un valioso punto que debe hacerse bueno en el próximo partido en La Romareda.