El Real Zaragoza se ha inmolado en Huesca esta noche. El equipo de Lluis Carreras no ha querido ganar esta tarde-noche en Huesca. Los blanquillos, que se fueron al descanso con una ventaja de un gol y un hombre más sobre el césped no salió al terreno de juego en la segunda mitad y dejó jugar a placer a un Huesca que sí que quiso sumar en positivo y que, incluso, pudo dejar los tres puntos en El Alcoraz.
El partido empezó con el ambiente que se esperaba. Un Real Zaragoza que, por lo que se jugaba y por el peso del nombre, salió a mandar sobre El Alcoraz. En frente, el Huesca salió agazapado y a la espera de cazar alguna jugada beneficiosa para sus intereses. Así, los de Lluis Carreras -que estuvo en la grada- mandaron de cabo a rabo durante los primeros 45 minutos. Los azulgranas solamente crearon peligro a balón parado y con rápidas contras.
Era era el juego azulgrana. Dejar a un hombre descolgado, preferiblemente en la banda izquierda, que se pudiera beneficiar de un envío largo. Machis o Fernández fueron los cazagoles que intentaron cazar alguna ocasión. Sin embargo, cuando Isaac se vio superado Guitián y Cabrera aparecieron a hacer las coberturas. Y si no, Manu Herrera terminaba por abortar el peligro.
En ataque, la vida seguía igual. Manu Lanzarote abanderó el peligro zaragocista. En los primeros minutos volvió a hacer gala de su electricidad con el balón en los pies. A veces en solitario, a veces junto a un Isaac que estuvo valiente. Pedro, desde la izquierda, también realizó grandes envíos. La pena era que el final de todas esas jugadas era el mismo: las manos de Leo Franco o la línea de fondo.
Quizá porque los zaragozanos estaban un poco espesos a la hora de atacar -no hubo una ocasión clara hasta el gol- el Huesca decidió dar un paso adelante. Siempre con latigazos rápidos y a modo de contragolpe, pero lo cierto es que empezaron a pasar más tiempo en el campo blanquillo. Fue cuando Manu Herrera tuvo que emplearse a fondo. Primero, en el minuto 23, tras un envío envenenado de Fran Mérida. Tres minutos después acompañó un disparo desviado de Fernández.
Fue ahí cuando el Zaragoza contraatacó, nunca mejor dicho. El enésimo balón parado oscense terminó -tras un rebote con posible mano de Diamanka- en poder de un Manu Herrera que sacó rapidísimo para Pedro. El alicantinó, tras pasar la medular, dejó rotos hasta a tres rivales para ponerle a Dongou un balón de oro frente a Leo Franco. El camerunés, solo, no perdonó. Lo que es la vida, el primer contragolpe del Real Zaragoza había terminado en gol. El 0-1 llegaba de la manera menos esperada.
Tras ese gol, el Huesca siguió intentándolo a balón parado. También aumentó el nivel de sus revoluciones. Fruto de eso Darwin Machis veía la segunda cartulina amarilla antes del descanso. Una patada a destiempo sobre Lanzarote, que ya le había superado, le mandó hacia los vestuarios antes de tiempo. El hombre-contragolpe del Huesca se iba a la caseta y el conjunto azulgrana tenía que recomponer sus planes. El Real Zaragoza, miraba a la segunda parte con optimismo.
Se podrían decir muchas cosas de la segunda mitad, pero el resumen principal del segundo acto es que el Real Zaragoza le regaló el partido a un equipo que había terminado descabezado tras la expulsión de Machis. Los de Carreras demostraron que no son dignos del playoff y que, con todo de cara, decidieron tumbarse a la bartola y verlas venir. Los de Anquela le dieron un verdadero baño al equipo zaragocista.
El Huesca, viendo el escenario, decidió ir a por el partido. Aprovechó los múltiples espacios que le dejaron sus vecinos blanquillos y se hicieron con la posesión del balón. Dirigidos por Fran Mérida, los azulgranas empezaron a tocar a la puerta de Manu Herrera y de la defensa. Una zaga que, de repente, se encontró desbordada por las acometidas de los locales.
Cuando Samu Saiz saltó al campo llegó la hora del empate. El jugador oscense se sacó de la manga un latigazo increíble para batir a un Manu Herrera que nada pudo hacer salvo mirar como el balón pegaba primero en un palo y luego en su red contraria. 1-1 y todo por decidir. Un Zaragoza cadáver y un Huesca muy vivo que incluso pudo hacer sangre de la hecatombe zaragocista.
Jaime fue lo único bueno que llevarse a la boca por parte de los de Carreras. Volvió a la banda derecha y fue lo más destacado de un Zaragoza sin ideas y pasivo. Lanzarote, por la izquierda, desapareció. Lo mismo Dongou, que después del gol se contagió la pereza generalizada. Un centro del campo impreciso y una defensa desborada, en definitiva, que tornaron la fiesta del fútbol aragonés en un funeral para el Real Zaragoza. El Playoff, que parecía seguro, ahora pende de un hilo.