Ambiente espectacular en La Romareda con 28.917 espectadores en las gradas. En el césped, un encuentro que atesoraba todos los ingredientes para dar rienda suelta a las emociones. Desde dos horas antes de la cita hasta el minuto 90 de la misma. Las gargantas blanquillas enseguida se pusieron manos a la obra. El Real Zaragoza sintió ese aliento y lo demostró ante el Huesca.
Ya durante la semana previa al encuentro se mascaba nerviosismo y emoción por parte de las dos aficiones protagonistas. En la llegada de los autobuses de ambos equipos no dio lugar a equívoco dicha ilusión. Casi un millar de zaragocistas se dieron cita en los aledaños. En las gradas del estadio zaragozano, más de los mismo. Y en el túnel de vestuarios, los futbolistas pudieron percibir la atmósfera que se estaba viviendo a pocos metros.
Cuando ambas escuadras asomaron la cabeza, un bonito tifo con la bandera de Aragón y las iniciales del Real Zaragoza, se desplegó sobre el fondo norte. A la vez, la afición zaragocista cantó al unísono y a capella el himno de su club. También sobre el césped. La bandera cuatribarrada de la comunidad, que comparten ambas aficiones, dio la bienvenida a una tarde bonita de fútbol. Además, la climatología, que en principio iba a dominar la lluvia, dio tregua hasta el minuto 88.
La comunión entre el equipo y la afición se reiteró cuando, tras finalizar el encuentro, los jugadores volvieron a saltar al terreno de juego para aplaudir a la afición.