Tras toda una pretemporada de probaturas, Imanol Idiakez acabó confiando en su apuesta. Las lesiones en el centro del campo obligaban a buscar alternativas y ahí apareció la opción de Verdasca. El defensa portugués ha vivido una adaptación complicada a una nueva posición en la que aúna defectos y virtudes.
Seguramente Diogo Verdasca ha sido uno de los protagonistas de la pretemporada en el Real Zaragoza. Trasladado desde el centro de la defensa a la parte inferior del rombo, sus actuaciones generaron más dudas que certezas. Sin embargo, Idiakez ha creído en él desde el primer momento y no ha dudado en defenderle pese a los errores cometidos, algunos de los cuales le costaron al equipo encajar goles.
Quizá la vuelta a La Romareda, en el partido frente al Levante, sirvió como aval para la presencia de Verdasca como pivote. Un partido sin fallos, alabado por el técnico. Ya con fuego real, frente al Rayo Majadahonda, el balance arroja luces y sombras. Sin fallos de bulto, Verdasca cuenta con limitaciones propias de sus características. Con él, en una posición adelantada, el equipo parece carecer de la fluidez que pueda ser necesaria en envites de mayor trascendencia. Por otra parte, el portugués volvió a dejar una fea entrada a destiempo que bien le pudo costar marcharse expulsado del encuentro. Pero también tuvo momentos de lucidez, tanto como para realizar la asistencia del primer gol del Real Zaragoza.
Una actuación suficiente aunque no convincente para una solución de urgencia que parece tener fecha de caducidad. Más ahora que la vuelta de Zapater parece cercana y todavía con Eguaras en la recámara.