Ser un clásico de la Segunda división es lo que tiene. El Real Zaragoza se va llenando de embrujos y maldiciones en cada recodo de la categoría. Como el del Alcorcón, equipo tosco que dos veces por temporada le amarga la existencia a los blanquillos. El golpe duele más si la grada no puede tragar saliva del nudo de cuero que tiene en la garganta y a los jugadores les empiezan a temblar las piernas. A eso vinieron los madrileños: a aprovecharse de las dudas zaragocistas, a alimentar al monstruo que atenaza continuamente a los blanquillos. Todo ello en medio de patadas y pérdidas de tiempo (misma historia y mismo árbitro -Pérez Pallas- que el año pasado). Y con un arma nacida de otra maldición igual de potente: la de los ex. Juan Muñoz ejecutó a su antiguo equipo con dos goles que sentaron como dos puñetazos. 0-2 y otra vez el miedo y la angustia en la grada.
Y eso que el destino de la tarde pudo haber sido muy distinto en el minuto uno. Pep Biel avanzó metros con el balón y soltó un latigazo marca de la casa que Dani Jiménez despejó de manera acrobática. El drama llegaría un par de minutos después. Juan Muñoz secó las gargantas zaragocistas al aprovecharse de un pase medido y definir a la perfección ante Cristian, con media tarde para pensar qué hacer. La ley del ex... y la celebración por todo lo alto del ariete sevillano. Era el minuto cuatro. Que el Alcorcón no venía a hacer turismo lo siguió demostrando Boateng, que le asestó una temeraria segada a la altura de la rodilla a un James al que dejó en el suelo gritando de dolor. El resultado fue amarilla, y a muchos les pareció poco.
En el minuto 13 Dani Jiménez hizo su segundo paradón: Soro encontró a Biel, quien colocó el balón en el área. Pombo enganchó un remate duro con la diestra pero el arquero salió atento y ágil. Nieto fue el siguiente en disparar entre los tres palos, y Dani la sacó con algún apuro. Fueron minutos de asedio zaragocista, con posible penalti incluido. El activo Biel centró al corazón del área pequeña y Pombo fue derribado. Pérez Pallas, silbado y abucheado como en el Zaragoza-Alcorcón del año pasado, ni rozó el silbato.
En el minuto 20, se vio el alcance real de la brutal patada de Boateng a James: el nigeriano tuvo que salir del campo lesionado; Raúl Guti ocupó su lugar. Gavilán fue el siguiente en unirse al festival de kung-fu, con una dura entrada a Pep Biel. Justo después, Boateng abandonó el campo por Toribio: La Romareda, como era esperado, estalló contra el centrocampista alfarero. El partido avanzaba con el Alcorcón muy cerrado y el Zaragoza rozando el 70% de posesión. Pero no acababa de amenazar a Dani. Soro y Biel intentaban crear con regular éxito, Álvaro y Pombo se las veían con los centrales y Zapater sufría para llevar las jugadas por la derecha. El ambiente en la grada estaba tenso, cargado.
Y el deseado gol no llegaba. Ni cuando Nieto centró a la perfección para que Soro rematara a placer, pero el disparo del ejeano se fue alto ante el aullido de desesperación de la hinchada. Con el Zaragoza rondando el área rival sin mucho acierto, la primera parte llegó a su final.
En el descanso, Soro le dejó su sitio a Miguel Linares. Y se empezó con susto gordo: de un despeje en largo, Gavilán cazó un balón, avanzó ante las dudas de Verdasca y soltó un latigazo que Cristian despejó a córner con ayuda del poste. La respuesta fue zaragocista: Álvaro agarró un balón en los tres cuartos, arrastró a toda la defensa rival y le cedió un balón a Pombo que este desaprovechó: Dani Jiménez se le hizo otra vez muy grande. El partido se había tornado de ida y vuelta. Tras un despeje comprometido de Cristian, Álvaro encontró de forma magistral a un Linares que superó al portero pero que vio como el central le sacaba el gol bajo palos. Acto seguido Raúl Guti se quedó a centímetros de ver puerta.
Lo peor aún estaba por llegar: tras una pérdida de Pombo, el Alcorcón montó bien la contra y Juan Muñoz, ante la débil defensa zaragocista, remató a gol ante Cristian. Segundo gol del exzaragocista, que celebró el tanto feliz y satisfecho. Pombo (muchos silbidos en su contra), le dejó su sitio a Aguirre, y con eso Víctor gastó el último cambio. Era el 68 y esperaban unos minutos muy difíciles, con un Alcorcón perdiendo tiempo, un Pérez Pallas permisivo y las prisas y urgencias.
A partir de ahí, todo fue de mal en peor. El Zaragoza, sobrepasado por la situación, no finalizó nada; la grada de animación se dedicó a insultar a algunos jugadores a crispar el ambiente; y ciertos jugadores del Alcorcón encontraron muy cómodo el césped de La Romareda: con frecuencia se fueron al suelo para pedir asistencia médica y dejar correr el tiempo.
Al final, una dura derrota en una jornada terrorífica con los triunfos de los rivales directos. Los cinco minutos que añadió el árbitro sonaron incluso a broma... Ahora, pensar en que los tres puntos de la semana que viene ante el Reus son un consuelo suena cínico: quedan dos semanas muy largas hasta el próximo partido. La angustia vuelve a una Romareda que ve como el Real Zaragoza se pone cara a cara con el descenso.